Te he dicho hasta el cansancio que te he olvidado.
Y me has respondido con ese orgullo innato reflejado en una sonrisa burlona, diciendo que “tal vez todo esto que te digo ahora, sea mi manera de desahogarme”.
Y no amor, es que no lo es. Nunca lo fue.
Incluso, te diría que me dolió dañarte.
Que romper con tu orgullo, acabo con mi corazón.
Que mi manera de desahogarme, no fue decirte que no me merecías, que no debía agradecerte nada y que mi futuro solo dependía de mí.
Cielo… todo lo que dije fue verdad.
Fue sincero.
Sin embargo, fue por eso que quedo resonando en mi cabeza.
Porque si me desahogué.
Me desahogue durante cinco años, escribiéndote, llorando, y, pensando, que, aunque pudimos, no fuimos. Y aunque somos, no seremos.
¿Cómo te explico que llore tanto, que me ahogue?
Porque duele más irse queriendo, que digo queriendo, ¡yo le amaba!
Sí, a él, al hombre que conocí un invierno y me invito a tomar un café, al que estrujo mi mano para luego decirme “pórtate bien”, en esa tonada dulce, y con ese cargo de responsabilidad que no le correspondía.
Sí, a él, el que se aterro al sentirse amado y se proclamó mío dentro y fuera de las sabanas.
Sí amor, sólo a él. No a ti. A aquel que tuvo miedo de que sus fantasmas y enemigos acabaran por separarnos.
Pero no nos separó él, ni ellos, incluso tampoco ellas, fuiste tú.
Y es que yo me enamoré.
Renuncié al idealismo, a las paradojas, a la salud mental, emocional y a la paz, y es que, es tristísimo, y duele aceptar, que también renuncie a mí.
Y al final, como era de esperarse, cuando las cosas tomaron su cauce, el renunció a mí.
No me culpo, es decir, no nos culpo.
Lo culpo a él, por amarme de aquel modo.
Simplemente, por amarme.
Lo fuiste todo.
El amor, la inocencia, la pureza, las sonrisas, la vida, ¡mi vida!
Y te llevaste todo.
Solo permanece mi habitación vacía, la casa sin primaveras y esta maldita apatía irreparable.
Dame tiempo amor, tal vez mañana te conviertas en nada…
Y es que no voy a mentirme y no voy a mentirte, me heriste.
Porque me clavaste un cuchillo, en la misma herida, que ya no daña, y que ya sana.
No te preocupes por ello, finalmente, consciente estas que lo mereces todo.
Tu orgullo te mantiene consciente de ello.
Y todo, no siempre es bueno.
¡Vaya! Es que no me creía merecedora de tanta inestabilidad emocional. Y sin embargo, lo fui.
Ahora solo puedo pensar, que perdí mis días escribiéndole a alguien que no sabe de poesía.
Que cree que despedirme de él por vez definitiva, significa desahogarme.
¡NO AMOR! ¡Es que yo ya me desahogué por cinco años!, pero nunca me escuchaste.
¿Qué te digo? Los poemas absorbieron tu recuerdo.
¿Cómo te explico? Estoy limpia.
Se ha terminado.
En realidad, este poema, ya ni siquiera es para ti, es para él y para mí. Para nuestro recuerdo, para nuestro noviazgo de juventud, para la primera vez que hicimos el amor.
¿Crees que lo recuerde? Mis mejillas rojas, los gestos de asombro, la mirada perdida.
Porque parecía que el amor cabía en cuatro paredes, la felicidad emanaba de nuestros ojos y las promesas se hacían presentes.
Te repito, este poema ya no es para ti.
Es para nuestro primer café, para los platillos que ahora disfruto sola, para las conversaciones largas, para las tardes intelectuales, para las películas de arte, para los días soleados, para el invierno más frio de toda mi vida, para mis padres alejándote de mí, para mis amigos que aborrecían lo que hacías conmigo, para la profesión a la cual me aleccionaste y para los sueños que se quedaron en eso, SUEÑOS.
Para las veces que nos impulsamos.
Para la niña ansiosa por verte.
Para la mujer deseosa por sentirte.
Para la amiga esperando tu llegada.
Para la novia preocupada que volvió de dos, los problemas que eran de uno.
Me da rabia… porque me resulta increíble pensar, que ya haya conocido al amor de mi vida.
Y más increíble aun, aceptar, que nuestras vidas no terminen unidas.
Uno le aprende, le llora, le sufre, lo ama, lo aborrece, lo quiere, lo cuida, lo anhela, lo desea, lo admira, le hace suyo. Y lo deja partir.
Y es que, para que un amor sea eterno, forzosamente una de las partes debe vivir en el eterno sufrimiento.
Así es cielo, lo que hace perfecto al amor, es el desamor.
O al menos, eso es lo que he aprendido de ti.
Pero mi herida ya sanó.
Lo que he dicho era verdad y lo que te he dicho también, hace mucho que no he vuelto a escribirte a ti.
Esto es para él.
Si algún día lo encuentras, ojalá puedas disculparte en mi nombre.
Y en el tuyo.
Ofrécele una disculpa por ambos, por nosotros, por lo que no seremos.
De verdad, deseo que lo encuentres, porque por lo pronto para mi es algo inacabado, un capitulo mal cerrado, un candado forzado y una puerta que nunca encajo.
Con todo el corazón, deseo que algún día encuentres en ti, a aquel hombre del que algún día me enamore.
Para que así, alguien más pueda ver lo que yo vi todo este tiempo.
Esto concluye así, en una despedida que nunca fue objeto de ningún rencor.
Para ti, amor mío, de la mujer que te amo para toda la vida.
Por nuestro eterno amor.
Y por él, aquel que es el amor de mi vida y que, claramente, no eres tú.
Adiós.
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CIELO
PoetryQuiero que sepas que esto no es ningún tributo para ti, es la única manera que tengo de sacarte de una buena vez. Nadie escribe sobre lo que conoce, entonces, ¿Debería yo estar escribiendo sobre ti? Estas a punto de cumplir treinta años y yo, simple...