Despertó y se encontraba profundamente sola, al menos eso era lo que ella creía. La primer cosa que vio al abrir sus parpados fueron las copas de los árboles en un sutil, pero continuo movimiento debido al incesante y casi imperceptible soplido del viento matutino. Recostada en el húmedo césped con los brazos extendidos sintió el frío del rocío que cubría la hierba con sus manos desnudas, luego, inundó sus pulmones de un puro y liviano aire. Se sentía felíz. A pesar de no recordar nada de su pasado, el sentirse tan ligera le provocaba una enorme sensación de liviandad en el pecho; sentía que no tenía el peso de un corazón o un alma. "¿Acaso es esta la libertad y felicidad que deseabas?", se dijo a sí misma y ese razonamiento creo por sí sólo un ente con cuerpo y rostro de una niña pequeña con el cabello totalmente negro. "No tienes ni idea de dónde estás, ¿verdad?". La chica negó en contestación a la pregunta y pensamientos de preocupación le inundaron la cabeza. ¿Qué tal si sentirse así era algo malo, qué tal si estaba dejando algo detrás que era importante y no lo sabía? De pronto en aquel bosque comenzó a nevar. Sin embargo, ¿qué más daba eso ahora? "¡Silencio! Déjala que disfrute esto, pequeña rata callejera", de entre los arboles ahora cubiertos de nieve salió un hombre joven y alto, vestido formalmente de negro que tenía los cabellos blancos. "Bien, bien. La dejaré en paz, pero debe saberlo", la niñita miró a la joven, que estaba sentada con la espalda contra un tronco, unicamente para sonreirle burlonamente: "Todo esto es tu culpa, maldita zorra". "¡Callate! No es su culpa", contestó el hombre. Este último se arrodilló junto a la joven que tenía las manos en su cabeza cubriéndose el rostro y llorando desconsoladamente; de pronto llovió en el bosque: " No sientas tristeza, este es tu mundo, ¿miras como el clima cambia acorde a tus emociones? Si estás triste el universo llorará contigo, igualmente pasará si ríes, sufres o mueres. Yo... no, todos nosotros existimos y desapereceremos contigo", dijo el joven. La lluvia cesó, sin embargo el día aún era nublado. La joven se secó las lágrimas de los ojos y miró a la ciudad que estaba a lo lejos. De entre todas las edificaciones resaltaba una; negro, ancho, el más grande de todos los edificios. "Ella nacesita ir allí", ya no estaba recargada en un tronco, sino que se hallaba espalda a espalda con otra chica. Ésta tenía el cabello corto hasta las orejas en tonos de gris y azul, era de su edad (asumió) y lo peculiar era que sus ojos no tenian iris ni pupila. "Necesita respuestas, Ru, lo sabes", se dirigió al hombre, "hola, me llamo Na y la pequeña molesta es Shi. Encantadas", ahora le hablaba a la joven. "Muy bien, Na. ¿Pero cómo pretendes pasar al mar de muñecas de la ciudad o acaso no recuerdas la última vez que lo intentamos?", respondió Ru. "¡Oh! Sé que ahora tienes muchas preguntas. No te preocupes, todo se resolverá al llegar a la azotea de ese edificio", le dijo Na a la joven. "Mira a ese pequeño saco de mierda, Na. Ni siquiera podrá pasar de las primeras calles", lanzó Shi al aire sin mirar a nadie. " Te equivocas, Shi, pues esta vez tengo el plan perfecto con rutas de escape y todo tipo de atajos", le guiñó el ojo a la joven mientras la tomaba de la mano y corrían hacia la ciudad, "¡Vamos!".
Despues de un rato corriendo llegaron a las afueras de la ciudad, la meta no parecía tan lejos, si acaso un par de calles y estarían allí. La joven, curiosa, camino sin esperarlos. Ru la jaló del brazo y se ocultó junto a ella en un callejón: " No puedes andar como si nada por ahí, mira..." e inmediatamente pasaron caminando siluetas que venían en manada. "Son muñecas", susurró Na como leyéndole la mente, "asesinan y devoran personas, no dejes que te vean". Shi les dio una señal y avanzaron corriendo mientras Na los guiaba entre callejuelas. Por fin llegaron a una alcantarilla, "debemos seguir por aquí", dijo Na. Entraron todos, sin embargo una mano plastificada detuvo a Shi e inmediatamente llego una orda entera de muñecas que la despedazaron por completo, la joven miraba horrorizada la escena, mientras se alejaban tornó los ojos sólo para ver como la cabeza de Shi salía volando y caía, acto seguido su rostro se deformó para volverse idéntico al de la joven...
Los tres recorrieron varios pasillos de alcantarillas hasta que toparon con unas escaleras en las que Na dijo que debían subir. Ya en superficie se hallaban dentro de un edificio sumamente elegante y muy amplio, era como una bodega de inmaculado cuarzo blanco y con luz artificial que cubría cada rincón. Había dos puertas, una de madera vieja mal pintada de hueso y otra que era la de un elevador. Se encaminaron hacia el elevador cuando, de pronto, se escucharon sonidos de lamentaciones y pasos arrastrados; la perilla de la puerta de madera giró, produciendo un rechinido infernal que rompió el silencio del salón, ésta se abrió lentamente y una muñeca entró con la cabeza baja, dio tres pasos y se detuvo, alzo el rostro descubriendo una macabra sonrisa y, a su vez, entró toda una orda de muñecas deformes que corría hacia los tres. Na tomó a la joven, la puerta del elevador se abrió y la echó dentro, mientras la puerta se cerraba Na le dijo a Ru "lo siento" y le sonrió, este último miró a ambas con un gesto de espanto y la puerta se cerró del todo.
Cada piso recorrido era un sinfín de gritos y quejidos. Gritos y quejidos de Ru siendo devorado, desmembrado y destruido; era como si la joven se escuchara a sí misma morir. "Ya casi llegamos", Na le sonrió. Ella estaba en el suelo en shock con sus manos en los oidos para no escuchar aquella sinfonía de horror, sus ojos fijos en el suelo. "¡Din!, llegamos". Na y la joven salieron a la azotea, esta última se acercó hacia los barrotes y asomó la mirada abajo, seguía sin entender nada. Había una persona parada a unos metros de ella, así que se encaminó lentamente a ésta y le tocó el hombro, su cabeza se desprendió y la muñeca cayó al suelo mostrando una demente sonrisa. "Todo esto fue necesario...". Volvió a observar el horizonte, estaba amaneciendo. Al asomarse de nuevo notó que ahora la ciudad, el bosque y el edificio estaban en llamas. Aterrada se dio la vuelta para huír, pero Na la detuvo con sus manos, la joven las miró, eran de plástico... "En serio, en serio era nacesario. Lo siento... Rushina", Na mostró sus horribles dientes esbozando una sonrisa y le mordió el rostro.
Despertó, estaba sola, se sentía vacía. Su madre le llamo, "Rushina, baja, el desayuno está servido". No estaban Ru, ni Shi, solo Na. No, no, tampoco estaba ella, era Rushina quien devoró a los otros tres para sobrevivir, pero con la apariencia de Na...
"La próxima yo guiaré", decía Ru.
"Eres un imbecil, Ru, yo lo haré", contestó Shi.
"Ella estará bien conmigo", exclamó Na.
"Ya voy, madre". Sonreía igual que una muñeca. Rushina, la muñeca.
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