Me miraste, de soslayo, queriendo que nadie se diese cuenta.
Sonreíste a tu pelirroja, la comadreja te sonrió de vuelta y te besó.
Prometiste que la dejarías para siempre, y yo me aferré a esa promesa, como una cuerda que te sostiene a diez metros sobre el suelo, y que de repente, te deja caer. Y caí tan rápido, que el golpe fue seco y tan doloroso que me nubló la vista."¿¡Qué estáis esperando!? ¡Alguien cójalo!"
Mis palabras salían sin que yo me diese cuenta, me miraste de frente por primera vez. Vi el dolor en tus ojos, pero yo era la que había caído en picado, mientras que a ti un millón de brazos te arropaban en el suelo, para que no te hicieses daño, mientras que ellos mismos se rompían por ti.
Todos estaban defendiéndote, incluso la profesora. Nos echó de allí. Nos mandó a las mazmorras para encerrarnos, como si fuésemos criminales.Cuando todo había terminado te dirigiste a mí, tenías cortes en tu rostro y estabas destrozado. Me quede de piedra, me abrazaste y empezaste a hablar, en susurros, no querías que nadie te oyese. Te oí, te oía sobre mi oído como una radio entonando una canción triste, escuché cada una de tus palabras, pero simplemente no podía decir nada. Ninguna palabra salió de mí, nada, absolutamente nada. Porque así me habías dejado tú, en la nada absoluta.
Suspiraste, me volviste a decir lo mismo. "Te necesito" "Sin ti, no habría sido fuerte" "Siento haber hecho las cosas mal" pero no pude hacer nada. Te abracé, besé tus heridas. Me escondí contigo para que ella no nos viese. Curé cada cicatriz y tú te limitabas a pedir perdón con cada beso y caricia.
Pero pronto te diste cuenta, nada iba a cambiar. Si volvías allí y aparecíamos juntos, nadie te apoyaría, te quedarías solo. Los Weasley no te hablarían, Granger no podría tomárselo bien, y todos los que te alababan hablarían, y cuando la gente habla nunca es para bien. Así que te fuiste, me volviste a dejar caer desde diez metros, y esta vez me heriste, me cortaste mis propias cicatrices, me hundiste bajo tierra.Poco después volviste a verme.
Lo sabías, sabías que me necesitabas.
Me dijiste que lo sentías, que la pelirroja no significaba nada más que amistad para ti.
Oh, pero no esperabas que yo me diese la vuelta, que yo misma cortase la cuerda y me lanzase diez metros en picado. Creíste que siempre serías tú quien controlaría aquella cuerda.
"Es demasiado tarde para disculparse, demasiado tarde" suspiré después de decir aquello. Me ardía por dentro, me quemaba, me destrozaba el interior no volver a tenerte entre mis brazos. Pero hasta ahí llegaba mi lucha, mis manos estaban raspadas de intentar agarrarme a aquella cuerda, a aquella esperanza utópica que jamás serviría de nada, más que para dañarme.Pasaron los meses, ni tú ni yo regresamos a repetir el séptimo año.
Tu habías ingresado en los autores y yo ingresé en un gabinete de abogados, aunque en prácticas.Fue unos años después cuando volvimos a vernos, en el juzgado, y tú eras el acusado. Abuso de poder. Te precipitaste y arrasaste con una propiedad privada de personas que al final resultaron inocentes. Y a mí, me tocaba acusarte, y no sabes las ganas que tenia de hacerte daño.
Pero al verte a los ojos, al mirar aquel verde que complementaba tan bien con el mío, lo supe. Supe que lo intentaría de nuevo, que todo el daño que me habías causado no importaba, porque yo asumiría la culpa de la caída. Me culparía a mí misma por forzarte, diría que no tenías elección. Y me dolía saber que, a pesar de todo, aún estaba dispuesta a recibir un Avada por ti.
Te necesito, aún lo hago, te necesito como un corazón necesita latir para estar vivo, por eso sin ti me sentía vacía, sin vida, nadie podía llenar ese hueco que dejaste, pero eso no era nada nuevo, en realidad, muy a mí pesar, ya lo tenía asumido.Te quise tanto, te quise como el rojo ardiente, como el Gryffindor que eras, dejé que consumieras todo el verde de serpiente que había en mí, me volviste débil, me torné de rojos, de todo lo que te caracterizaba. Comencé a sentir alegría por las pequeñas cosas, a no necesitar más que tú compañía, a apreciar a las personas, a saber, que todos éramos iguales. Y ahora, ahora que ya no estabas, todos esos rojos habían vuelto a pasar a verdes, aquel verde que era mío, que sin ti era aún más oscuro. Por ello ganaba siempre, no me importaba masacrar, no me importaba sacar trapos sucios, no me importaba romper familias, no me importaba nada. Yo era la mejor abogada, porque la astucia y el desprecio me caracterizaban.
Pero verte ahí, frente a mí, sabiendo que lo habías hecho porque pensabas que hacías lo correcto, como siempre, me mataba. Me hacía aún más muerta de lo que ya estaba.
Tomé una pluma y decidí que no podía hacer aquello, que no te hundiría, que dejaría que otro de los míos te hundiese. Porque yo no podía.Te acercaste a mí. Volviste a decir "lo siento" como si realmente lo sintieras.
Oh, El Salvador del mundo mágico, el gran héroe. Realmente parecías un ángel, sin querer que nadie sufriera daño. San Potter al rescate. Como el ángel que todo el mundo creía que eras. Pero nadie sabía nada. No sabían que eras también egoísta. Me dejaste caer para mantenerte arriba. "Me temo que es demasiado tarde para disculparse" volví a decir las mismas palabras que aquel día.
Me marché de allí, esperando que Theodor me esperara fuera, como siempre hacía.
Me seguiste. Yo lo sabía, y tú sabias que lo sabía.
Así que cuando vi al moreno de ojos azules aparecer para recogerme me acerqué a él con todo el valor que me dejaste. Estampe un largo y apasionado beso sobre los labios de Nott, y tú mientras mirabas, hirviendo por dentro, y yo sonreí internamente, deseando que te doliera, que te matase a ti también.Tu juicio había concluido, habías salido victorioso, como no.
Te acercaste a mi despacho, supuse que era la última vez que te vería, así que te dejé entrar.
"¿Algún problema Señor Potter?" Sonreí cínicamente.
Te acercaste a mí, agarraste mi cintura y me sentaste sobre el escritorio, te dieron igual las plumas o los pergaminos, te dio igual que la ventana de la puerta no estuviese con la habitual cortinilla plateada. Estampaste tus labios contra los míos, y yo te dejé hacerlo. Dejé que volvieras a coger tú las riendas, tú tenías de nuevo la cuerda, pero yo aún estaba en el suelo.Pasaron las semanas y no podías dejar de reunirte conmigo. Siempre nos veíamos los viernes, y aunque fuesen sólo unas horas volvíamos a vivir, ambos.
Cada vez que tus labios rozaban mi piel me sentía resucitar. Sentía que el dolor se iba y el verde volvía a teñirse de rojo. Y de nuevo, volví a dejar que me colgases a diez metros sobre el cielo, porque te creí cuando me prometiste que la dejarías.
Pero luego te ibas, te ibas y nos matabas a los dos. Me dejabas vacía por dentro mientras que tú interior ardía consumiéndose, deseando volver a mí.Sin embargo, me volviste a dejar caer. Y esta vez fue la más dolorosa.
Ibas a casarte, con la minicomadreja.
Así que me arreglé como si realmente me hubieses invitado a tu boda e irrumpí en el mejor momento.
Todos posaron su mirada en mí, "Parkinson" dijiste, que irónico, ahora me llamabas por mi apellido cuando tantas veces había gemido mi nombre, suplicante, rogando porque jamás te dejase marchar. Tú me miraste y vi en tus ojos algo que jamás había visto, arrepentimiento. Así que, aunque tú no podías hacerlo conmigo, yo si entré en tu mente.
Decidí sentarme y no decir nada, podría haber acabado con todo aquello, podría haber dicho lo egoísta que fuiste, pero me callé y dejé que la besaras como si ella fuese la indicada.
Decidí que te amaba demasiado como para arruinarte nada, porque cada vez que mis ojos encontraban los tuyos, todo el verde se volvía rojo.
Iba a irme, iba a desaparecer de tu vida para siempre. Pero te acercaste a mí de nuevo, me ofreciste una copa, la rechacé lo mejor que pude y besé tu mejilla. Te acercaste a mi oído y volviste a susurrarlo. "Lo siento" ahora lo entendía, te disculpabas por ser egoísta, por no poder ser valiente esta vez. Oh, Potter, tienes más de slytherin de lo que crees, por eso te comprendí, por eso supe que cuando crucé la puerta tus ojos se quedaron fijos allí, donde yo me había ido para siempre, no sin antes decirte un par de palabras "Te odio Potter, no te imaginas cuanto" había sentenciado frente a tus ojos.
Y tú y yo supimos que jamás me olvidarías, porque yo había sido la primera, porque yo te había llevado a las estrellas, y la que ahora estaba junto a ti te había traído de vuelta a la tierra, tu amargada mujer, tu tan querida amiga. La que ahora estaría contigo hasta que la muerte os separase, pero tú y yo ya estábamos muertos.
Me amabas y te amaba, y cada vez que otros labios los rozasen, pensaríamos en el otro. Lo sabíamos y lo asumimos cuando te dejé decidir, porque sí, te había dejado elegir si venías conmigo o si te quedabas acobardado bajo aquella supuesta perfección, que era totalmente inexistente.
Así que Theo dejó su trabajo de profesor en Hogwarts y nos fuimos lejos, a Beuxbaton, porque tú y yo sabíamos que si volvíamos a vernos volveríamos a caer, los dos.
Y Theo me amaba, y ahora todo mi corazón lo ocupaba él, aunque tú siempre estarías ahí, porque Theo hacía más claros los verdes y apaciguaba a mi serpiente, pero tú, tú tornabas el verde en rojo y hacías que desapareciera, y yo tornaba tu rojo en verde, y ambos nos sentíamos vivos, completos.
Supongo que somos solo un recuerdo, una memoria y un momento que se quedará entre nosotros dos, para siempre.