Aunque esa conexión tan fuerte que nos unía se creó poco a poco, siempre hubo un detalle que hizo que nos pudiéramos convertir en los mejores enemigos, la confianza. Nunca he confiado más en alguien que en él, desde el primer momento.
Al día siguiente a mi llegada le pedí ayuda, quería aprender a manejarme en el instituto, quería conocer mi nuevo hogar, pero en vez de eso me enseñó técnicas de lucha. Cómo se nota que cuando el río corre, agua lleva. Si por la venas de ese muchacho corrían ganas de lucha, qué mejor manera de mostrarlas que enseñándome a luchar. Bien. El problema era que yo sólo sabía lanzar cuchillos y flechas, con mucha puntería, una de las mejores, pero sólo sabía hacer eso. Y él se aprovechó de ese hecho.
-Corre imbécil, otra vez no.- Ya era la tercera vez que me insultaba, empezaban a cansarme sus métodos de enseñanza.
-Lo siento, no se como manejarlo.- Dije por ser amable, cuando realmente lo que quería era lanzarle el hacha a la cabeza y a ver si así se calmaba de una vez.
-Ya te lo he dicho, corre. Si no lo haces puedes acabar herido, y una herida de hacha no se cura tan fácilmente.
-Lo dices como si fueras todo un experto en herirte con un hacha.
-No, soy experto en herir con ella.- Siempre con esa soberbia tan característica de él, con un toque de humor que se hizo totalmente irresistible para mí.- Lo hacemos otra vez, pero hazme caso o la próxima vez te doy con el hacha.
-Vale…
-Cuando alguien te ataca con un hacha corre para despistarle y cuando tu enemigo ya se encuentre notablemente cansado, te deslizas y le das en el tobillo, esto hará que se derribe, pero tienes que ser muy ágil, porque como no te deslices lo suficientemente rápido, mueres.- Apetecible. O corres o mueres. Y todo esto a las nueve de la mañana. Bonita forma de despertarse.
Acto seguido, sin darme tiempo a recapacitar, corrió hacia mí con el hacha. Entonces hice lo que me pidió, corrí, y cuando vi la oportunidad exacta, le di en el tobillo, y lo derribé.
-İSI! LO HE HECHO
-Enhorabuena, no esta nada mal. Jem, una cosa, ¿te pasa algo en la pierna derecha?
-Si, ¿como lo sabes?
-Cuando estabas corriendo has ladeado tu pierna derecha un par de veces.
No habían pasado ni 24 horas y ya sabía que pasaba algo raro conmigo. Pero, ¿qué sentido tenía ocultarlo? De todas maneras sabría la verdad. Tarde o temprano empezaría a degenerar hasta que necesitase ayuda para levantarme, correr, o vestirme. Aunque, antes de llegar a ese extremo, preferiría morirme. El caso es que le conté mi historia como si de un cuento se tratase. Me puse trágico mirando hacia la ventana.
-Mis padres eran unos cazadores de sombras ejemplares, todo el mundo me decía lo mismo, pero no puedes ser un gran cazador de sombras y controlarlo absolutamente todo, ¿no? No, nadie puede. Un día unos demonios entraron en mi casa y los mataron- lo dije así, sin más, creo que me lo había dicho a mí mismo tantas veces que pensaba que ya ni me dolía-, y a mi me pegaron en diversas ocasiones, por eso tengo algunas secuelas, como mi pierna. Los Hermanos Silenciosos dicen que dentro de un par de meses no podré mantenerme en pie sin la ayuda de un bastón. Un abuelo prematuro. El bastón y el color de mi pelo. Perfecto para ligar.- Intentaba hacer un chiste de mi vida, aunque la mejor parte estaba por contar-.Pero lo peor de todo es que esos malditos demonios me dieron una droga para que viera como mataban a mis padres, y vivo gracias a esa droga, sin ella, moriría.
Deje de mirar a la ventana para centrarme en los ojos de ese chico, ojos que miraban con pena. Odio que me miren con pena.
-Lo siento mucho.