EL EXTRAORDINARIO PRIVILEGIO (*)
Racionalizar las emociones, es de esos cometidos en los que uno casi siempre se da por vencido; es por eso que, para ser asistido por valores que solamente la distancia del tiempo y la propia serenidad suelen conceder, era conveniente esperar un breve lapso a fin de enfocar el Nobel de Mario Vargas Llosa dentro de un marco de innegable trascendencia en varios planos de la vida nacional.
Más allá de nuestras diferentes fases o actividades, qué duda cabe que todos los peruanos sin excepción, seguimos pensando al Perú en términos de revisión, propuestas y posibilidades; sin embargo, hay quienes poseen una capacidad de desplazamiento a través del universo de los sentidos que les permite una única manera de crear y descubrir profundidades, hondas huellas, rasgos estéticos, ritmos y balance en un mundo paralelo al que conocemos y al que sin duda, le proferimos un sentido estrecho de pertenencia: el mundo de la literatura.
En el ejercicio de aquel disciplinado desdoblamiento de pensar al Perú no solo desde el plano literario, MVLL ha logrado una extraordinaria capacidad de síntesis difícil de igualar. Corriendo el riesgo de quedar cortos en nuestro enfoque, consideramos que nuestro Nobel sintetizó el talón de Aquiles de nuestra era republicana mediante una sola pregunta: ¿Cuándo se jodió el Perú? La cual, magistralmente articula innumerables interrogantes -acaso lastres- que entrelazaban aspectos sociológicos e históricos; y cuyo eje referencial, enarbolaba a la ausencia de identidad nacional y en línea directa a esa falta de uniformidad racial, como aquellos elementos en base de los cuales posiblemente se erigió nuestra desgracia como República; y no pocas veces se les calificó como las madres del cordero que no nos permitieron pensar en términos de proyecto nacional.
Por la urgida necesidad de que sea respondida genialmente como cuando fue leída y asumida; tamaña pregunta, debía de ser absuelta, pero no desde cualquier plataforma, no desde la intimidad de aquellas letras urdidas por quienes seguiremos pensando al Perú; sino desde una plataforma desde la cual no existiera duda de que todos aquellos lastres y atávicas teorías, no solo tuvieran una oxigenación conceptual sino una llave maestra que nos permitiera a todos los peruanos revertir sobresalientemente la idea de una ausencia neurálgica de identidad nacional.
El Nobel Peruano lo logró una vez más y vaya que lo logró bien. "Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad, porque las tiene todas" Enorme síntesis que no hace sino corroborar el genio del maestro. De hecho, ha habido quienes desde muchos sectores, han esgrimido la teoría de que no es sino la diversidad racial del Perú, aquella fortaleza que nos identifica como nación; sin embargo, la magistral capacidad de síntesis orientada a regalarle al Perú y al mundo una frase que lo dice todo -acaso desde el púlpito intelectual más elevado del planeta- es sencillamente impagable.
Eso de que "hay que ser intensamente nacionales, para ser provechosamente universales" cobra una trascendental vigencia. La pluma certera del escribidor ha logrado azuzar las fibras más sensibles de una sociedad universal ávida de ser absorbida por la enormidad y levedad de ese mundo imposible y perfecto; pero fundamentalmente, nuestro Nobel ha conmovido las entrañas de un Perú que espera menos incierto que antes, el poder ser acaso, reinterpretado y mejor entendido.
(*) José Luís Caro Álvarez
Politólogo
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Los códigos de Mario Vargas Llosa
Non-FictionDel cómo decodificar con maestría las taras y devenires de una nación social y politicamente complicada.