Nada es Duradero.

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Con la garganta seca, el aliento de Jason se detuvo, se disipo en la sensación de ardor dentro de sus músculos. La pólvora invadió su nariz, hizo que le dolerá la cabeza. Mantuvo sus parpados apretados, sintió las grietas de su máscara en su cara, cavando en su carne, trozos del metal incrustados.

La pólvora lo tenía mal, ¿pero ¿cómo podría olerla todavía?, ¿Por qué sentía que había apretado el gatillo hace como una hora o más?

Mareado, retrocedió un paso, antes de que la presión estallara contra su cara. La respiración que estaba tratando de encontrar se perdió de nuevo, y escuchó esa voz ronca, avergonzada y decepcionada.

. – No más bromas Jason, no más excusas, ¡No más Red Hodd! .-

Jadeando, los ojos de Jason se abren de golpe. La habitación a su alrededor estaba a oscuras. Apenas podía distinguir las formas que se proyectaban en las sombras, las pesadas cortinas que ocultaban las luces de la calle.

Se incorporó, extendiendo una mano hacia atrás para acunarla en su frente. Se sentía como si su cráneo se encogiera sobre él. Haciendo una mueca, tiro la manta hacia atrás para ponerse de pie. Rebusco en la oscuridad de la habitación, contra el suave sonido de la respiración de su pareja, hasta que su mano se cerros obre algo que parecía una camisa. Se encogió de hombros y se escabullo de la habitación, con rumbo hacia las escaleras.

Estas crujieron bajo su peso, pero sin pensarlo siguió bajando tratando de no apoyarse por completo para contener el ruido. Se dirigió al primer piso y de ahí a la cocina. No se molestó en prender la luz, se fue directamente al gabinete con la medicina. Abrió una de las botellas y trago dos aspirinas en busca de un vaso.

Lo lleno en el fregadero, tomo unos cuantos grandes tragos y trato así que calmar aquello que sentía que le quemaba la garganta. Estaba todo en su cabeza y él lo sabía, pero eso no hacía que los recuerdos fueran más fáciles de tragar. No borro las elecciones que había hecho.

Él no los llamo errores. Algunos de ellos simplemente no lo eran, solo eran las desagradables realidades que alguien tenía que crear, y al parecer siempre seria su carga soportar esas elecciones.

Dejo el vaso, mantuvo su mano firmemente envuelto alrededor de él. Habían pasado años desde aquella noche. Desde que había puesto esa bala en la cabeza del pingüino. Desde había vuelto a decepcionar a Bruce.

Desde que había perdido a Artemisa y a Bizarro.

Jason apretó los dientes. Las heridas aún se sentían demasiado frescas floreciendo en su pecho y bueno. Ya había pasado un tiempo desde que las pesadillas se habían prolongado así, después de que se despertó. No desde que había tenido ninguna de sus pesadillas, el sabía, que ya eran parte de su vida. Y siempre lo serian.

Acaba de aprender a tomarlo de manera leve y ser feliz de poder abrir los ojos al día siguiente y seguir adelante.

Por un momento contemplo la idea de acomodarse en el sofá para pasar la noche. Tenía un libro de poesía que había dejado en la mea de café, podía terminarlo fácilmente antes de la mañana. O incluso podía escabullirse por sus pantalones y simplemente marcharse. Tratando el solo con esa mierda, y regresar cuando estuviera en un estado más presentable.

. - ¿Papi? -

Pero una voz más pequeña lo detuvo.

Jason abrió los ojos, dejo el vaso sobre el mostrado y se volteo. En la puerta de la cocina, de pie en la oscuridad y sosteniéndose de la pared con su pequeña mano, Christine lo estaba mirando. A pesar de la oscuridad, podía ver que sus ojos estaban apenas abiertos.

Su princesa se veía tan pequeña.

. - Lo siento. - Se disculpó tratando de sonreír para ella. - ¿Te desperté princesa? - Le pregunto, pero solo recibió un bostezó por parte de la pelirroja. Y después ella solo entro a la habitación lentamente. Jason se tensó, listo para moverse si se desviaba demasiado hacia la mesa y las sillas, pero navego en la oscuridad muy bien. Camino hacia él, y sin decir palabra alguna, levanto sus brazos.

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⏰ Última actualización: Jan 01, 2019 ⏰

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