Frente a la tumba de sus amores Lautaro lo supo. No podía entregar el corazón, no cuando lo había perdido en el instante en que se enteró de que su hermano, el único familiar vivo que le quedaba, y su esposo habían fallecido en un accidente. Solo una cosa agradeció: al menos Dios se los había llevado juntos.
Hubiera sido insoportable ver a uno de ellos quebrantarse hasta volverse nada, un saco de huesos sin vida, solo respirando, dejando que el tiempo, con su fuerza devastadora, los acabara. Lautaro era fuerte, pero eso hubiera sido demasiado.
—Lo siento tanto, cariño...
Rocío, su gran amiga, lo abrazaba y le besaba la sien.
Lautaro no lloraba, tal vez la misma aflicción se lo negaba. El dolor aprisionaba su garganta, impidiéndole respirar. Era una pesadilla, debía serlo. Había estado con ellos un día atrás. Lo habían abrazado y se habían despedido con una gran sonrisa. Eran solo algunos días en Buenos Aires, luego volverían y festejarían el cumpleaños de Marcos como la familia maravillosa que eran pese a lo que un par de envidiosos mojigatos de mente estrecha pensaran. La vida da un giro en un segundo, el chico era testigo de aquello.
«Un accidente los había unido y ahora un accidente me los arrebata».
Lautaro puso la mano en el pecho y sostuvo su corazón, que se resquebrajaba segundo a segundo. Ellos estaban juntos, siempre lo estarían, más allá del dolor, la angustia y la desolación. Marcos y Kyle se amarían por toda la eternidad.
Dio un gran suspiro para frenar un sollozo. Él seguía en este mundo. Estaba con vida, y por ellos debía continuar.
La vida no es siempre justa, a veces duele. Duele tanto que nos desgarra el alma, duele tanto que nos pone de rodillas y nos hace dudar si vale la pena. Lautaro, en ese momento deseaba morir. Deseaba irse al otro junto a su familia. No podría vivir sin ellos, no podría.
El funeral fue sencillo, nada ostentoso. Muchas personas estuvieron presentes, la mayoría empresarios o estancieros que poco estimaban a la pareja, que se habían acercado allí por mero compromiso o curiosidad. Lautaro odiaba eso. Detestaba a la gente con doble cara. Iba en contra de su esencia, de lo que Marcos y Kyle le habían inculcado desde niño.
El hecho de que fueran gais conllevaba un sinnúmero de sentimientos a su alrededor. Los soportaban, después de todo, tenían dinero. Sin embargo, sabían que eran pocos los que de verdad les tenían afecto sincero.
Hombres y mujeres se acercaban a él, dándole el pésame. Lautaro asentía en forma automática. Solo quería una cosa: llegar a casa, enterrar su cara en la almohada y empaparla con lágrimas hasta el cansancio, olvidarse por un segundo que jamás volvería a abrazarlos, que sus manos frías nunca volverían a ser calentadas por aquellos ángeles que siempre habían estado cuidándolo.
Fue entonces cuando sucedió lo impensado.
Un rostro le llamó la atención como un espejismo, una imagen salida de otros tiempos.
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LA ORILLA S.B.O Libro 2 (Romance gay +18)
Любовные романы― Ambos somos parecidos, tal vez aún no lo notes. ― No lo somos, jamás ataría a alguien por obligación a mi lado. ― Obviamente nunca has amado a alguien. ― Está claro que tú tampoco... Chase Anderson había visto hombres apuestos en su vida, de hecho...