Fingí no escucharlo. No porque tuviese algo en contra de él, sino porque mi corazón y mi confianza estaban a punto de derrumbarse. Y aquel derrumbamiento me creaba un vacío en el pecho. Como si cada nervio de mi cuerpo se estuviese marchitando por dentro.
Me incorporé. Y pensé. Y cuando más pensaba e iba conectando los acontecimientos de mi vida, más estaba mi corazón a punto de derrumbarse.
Los ojos me arden. Unas gotitas frías como el hielo caen sobre mi piel y me paso los dedos húmedos por los párpados.
Él fue dulce. Con el paso de los días continúo dejando que le ignorase hasta que la situación fue casi cómica. Yo sabía que él estaba allí, por supuesto. Pero yo le hacía el vacío.
Debería odiarlo, sí. Pero por alguna extraña razón no podía hacerlo.
—... ¿Has hecho los deberes?
Levanté la mano para ponerla sobre la mesa y toqué el libro que se encontraba encima de éste. Aquella era la única señal que él iba a recibir de que le estaba escuchando.
Me pregunto si él estará bien. Supongo que lo está, es él después de todo. No creo que se sienta mal por haberme herido, además he escuchado como decía que yo no le importaba en lo más mínimo.
El haber escuchado eso me había herido mucho más de lo que esperaba, yo nunca diría eso de él. Porque él me importaba. Muchísimo. Incluso lo consideraba mi amigo. Entonces, ¿qué había hecho mal para que él no pensara lo mismo?
¿Es que era incapaz de preguntar? ¿O simplemente no quería preguntar? No lo sé. Una parte de mí pensó que él se disculparía, pero no lo hizo. Y si lo hiciera no es que lo fuera a creer completamente, no después de haber escuchado aquello, ¿por qué yo iba a volver a confiar en él?
Los ojos comenzaron a llenárseme de lágrimas, pero no podía apartar la vista del pequeño libro que arrugaba con mis dedos. Ese día yo debí haber intentado murmurar una palabra, como siempre había perdido mi oportunidad.
Continuo arrugando el libro, como si éste tuviera la culpa de todos mis males.
Os puedo decir que, en aquella mesa, los peores pensamientos del mundo me vinieron a la cabeza por primera vez. Fue allí cuando comencé a plantearme... a plantearme... aquello.
Un compañero se ha acercado a mí, y me ha preguntado por qué oculto mi rostro.
No has preguntado con malas intenciones, Gustav. Lo he notado.
Sé que intentaste venir a rescatarme. Así que tengo una pregunta para ti antes de continuar. Cuando intentas rescatar a alguien y descubres que no puedes llegar a esa persona, ¿por qué tratarías de ayudarla?
—Estoy abriendo mis ojos a una realidad que desearía no conocer.
—Pero la realidad es lo único que poseemos.
Quizá la frase que haya soltado no signifique nada para ti, Gustav. Pero espero que con el paso del tiempo lo comprendas. Mi mundo se está derrumbando, como todo en mi vida, vaya.
Ojalá algún día llegues a conocerme, Gustav. No a la Sophie de los últimos años, sino a la Sophie de los últimos meses.
Me encuentro rodeada de personas, pero nunca sabré quién debe estar sintiéndose de la misma manera que yo. Entonces, igual que ahora, no sabría quién está muriendo.
Pero si lo supieran, ¿qué podrían hacer para cambiarlo todo?
¿Qué harían ellos para solucionar mi agonía? ¿Qué dirían para solucionar mágicamente mis problemas? ¿Harían algo para salvarme?
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Sin refugio.
Teen FictionSupongo que de eso se trata todo. Nadie sabe con seguridad el impacto que tiene sobre la vida de los demás. A menudo no tenemos ni idea. Y aun así, hacemos las cosas exactamente igual.