Si cerraba los ojos aun podía escuchar el tráiler viniendo a gran velocidad hacia nosotros, podía sentir nuestro auto cayendo por aquel acantilado, podía ver las vueltas, recordar el mareo, los golpes.
Si hubiera estado más atenta a la carretera nada de esto habría pasado, pero en lugar de eso había pasado todo el camino discutiendo con André, ahora no recordaba el motivo.
Lo que si recordaba eran los gritos, las injurias, los golpes que di al volante. Creo que lo que en realidad me molestaba era su indiferencia, simplemente estaba allí, mirando por la ventana haciendo como que no escuchaba mis alaridos.
Solo reacciono cuando rugí a todo pulmón:
¡COMO DESEO QUE TE MUERAS!
Entonces sus ojos me miraron, con tristeza (y creo que culpa, pero ahora no estaba segura). En el intento de evitar su mirada gire el volante sin darme cuenta del tráiler.
Cuando logre salí del auto, aún asustada, lo vislumbre aovillado cerca de un árbol, parecía llorar. Cuanto alivio sentí al verlo bien, mas allá de unos cuantos rasguños parecía no tener nada.
Quise consolarlo, pero me ignoro, que hiriente podía llegar a ser, me senté a su lado, avergonzada por mi actuación.
Cuando llego la ambulancia y los policías me di cuenta, no es que me estuviera ignorando. Yo había muerto.
