Cuatro paredes y un balcón,
con una escalera que da a la calle.
Ocupando casi todo
el fondo,
una cama grande, nadie la ve.
Solo los que pagan.
Una cortina roja
Cortina roja de terciopelo,
crea un cuarto oscuro.
Desfile de curvas,
jóvenes sin nombre, trabajan tras la cortina roja.
Figuras sin rostro entran con ellas.
Pagan primero, para poder ver.
Abajo en la calle,
hay un auto al cuidado del árbol.
El árbol que toca el cielo.
En el auto, tres hermanas.
Sin inocencia ya, las que aparentan ser más grandes ríen.
Una hermana duerme en los asientos de atrás.
Es Noche fría en el auto.
Pero la cortina roja brilla
alguien olvidó cerrar la ventana del balcón.
Las hermanas ven salir el calor de las cuatro paredes.
Y las horas pasan.
La cortina roja al fin se apaga.
Los que pagaron ya no están,
las jóvenes sin nombre se van a dormir.
En el auto, solo queda la hermana dormida.
Pequeña de seis años, duerme.
Hasta que de las cuatro paredes sale el hombre que la cuida.
Y ya no hace frío.
El auto desaparece.
Cargandola entre sus brazos la mece.
Hermana pequeña finge que duerme.
Y el mundo se vuelve asombroso, sus pies no tocan el suelo, disfruta del vaivén del camino a las cuatro paredes.
Siente la paz de los bienaventurados, de los que pueden contar sus años con los dedos de las manos.
Sin sonido.
Todos en silencio.
La cama grande ya está limpia,
Las sábanas cambiadas.
Ya nadie paga para entrar al cuarto oscuro.
El hombre recuesta a la hermana pequeña y corre la cortina a un lado.
Cortina de terciopelo roja,
ya no tienes que ocultar nada.
Las cuatro paredes se ven más grandes cada vez que el cuarto oscuro se va.
Esta vez, el cuarto oscuro duerme en el auto...
Las tres hermanas se arropan en la cama grande, al fondo de las cuatro paredes.
Y el hombre,
aquel que eligió cuidarlas,
las ve intentando dormir.
Sentado en el balcón, esperando el amanecer sonríe.
Hermana pequeña lo mira antes de quedarse dormida por última vez.
Sabe que el hombre la cuida.
Mañana van a tener para comer.
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Las 4 paredes
Non-FictionNo podemos elegir que recordar, pero si como lo recordamos. Después de muchos años, pude poner en palabras un recuerdo de mi infancia. Atesorando a mi padre que ya no está conmigo, quiero compartirles uno de los recuerdos más felices que tengo, aunq...