Mi primer micromachismo lúcido

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Debo aceptar que nunca tomé posición activa en la lucha contra el machismo, algunas ideas feministas me parecían infundamentadas y hasta lesivas contra nuestra propia naturaleza; tengo la certeza de que en todos los ámbitos somos seres diferentes a los hombres, en cuanto a fuerza, inteligencia emocional, biológica y hasta sexualmente, pero hacer pedagogía sobre esas diferencias es mi nueva meta. Me explico: Es cierto que quizás nuestro cerebro tenga unas respuestas distintas a las de los hombres por su diseño neurológico y muchas causas antropológicas que los seres humanos hemos ignorado por años, y quizás en primera instancia nuestra resistencia física no sea la misma, pero el error radica esencialmente en lo que yo misma acabo de hacer: COMPARAR. Debemos forjar una sociedad que no sólo marque estándares a partir de las capacidades desarrolladas por los hombres, que no se escuche la frase de "Un hombre podría alzar esa piedra, seguro que si una mujer lo intenta no podría" porque del mismo significado de las palabras se extrae la idea de que las mujeres debemos vivir al ritmo de un ser que tiene características completamente distintas a las nuestras, y no acorde a lo que otras mujeres, seres idénticos, han conseguido; pues es cierto que podemos lograr lo que ellos y quizás mucho más, pero a nuestro ritmo, a nuestro modo, y con el reconocimiento social requerido ni más ni menos. ¿Por qué saben qué? Siento que cuando logramos algo nuevo, desarrollamos una habilidad especial, única, o marcamos un estándar como seres sociales, se nos es aplaudido de la misma forma a la que se le aplaude a un perrito manco el poder correr.

Sin embargo, fue hoy por la mañana cuando descubrí que aquello que muchas denominaron MICROMACHISMOS también me sucedía a mí, eran gestos, miradas, omisiones y comportamientos de las demás PERSONAS (porque debo aclarar que hay mujeres sumamente machistas) que iban haciendo pequeñas laceraciones a mi integridad , y lo triste del caso es que lo permití durante tantos años que en últimas lo interioricé. Tengo 21 años de vida, y pasé casi 16 de ellos pensando en que mi cuerpo no era lo suficientemente hermoso, delgado, o proporcionado para que un hombre se fijara en mí, mi propia madre me recordaba cada día lo desagradable que era verme usar jeans o shorts con toda esa piel extra, y a la hora de servirme la cena me daba mucho menos comida que a los demás con el argumento de que "ya estaba suficientemente gorda"; cuando tenía 13 años decidió llevarme a un especialista en pérdida de peso rápida y me pusieron unos objetos extraños en la oreja con la finalidad de que calmaran mi ansiedad, además de eso el señor del mostrador recetó una dieta muy estricta en la que básicamente podía comer carnes y verduras todo el día y especificó que las porciones debían ser pequeñas para que el organismo se educara a tener 6 alimentos diarios, pero para mi mamá esto suponía demasiado esfuerzo y gasto y decidió que con las tres comidas sería más que suficiente y con las tres pequeñas porciones me alimentó durante tres semanas. A la cuarta semana ya había perdido al rededor de 17 kilos, había bajado tan abruptamente de peso que se me empezó a caer el cabello y dormía todo el día, descubrí nuevas estrías en la cola y un par en la cadera, sin embargo yo me sentía muy feliz, había logrado ser una niña normal finalmente; llegó el domingo y fuimos a mercar a un gran centro comercial como de costumbre, recuerdo que moría de hambre y eran más de las 2pm, ellos habían comido helado, pan de bono y avena para esperar hasta llegar a casa por el almuerzo y yo absolutamente nada pues no quería perder lo que ya había logrado, no pude completar la frase "Mami, cómprame un maní de sal..." cuando ya había caído al piso, mi descompensación era tal que mi cuerpo no aguantó, y me dejó con una vista nebulosa. 

Así fue durante años, mi mamá escuchaba una dieta y primero la probaba ella y luego me la imponía a mí, o me seducía con la idea de tener un cuerpo como el suyo, que era totalmente proporcional y se veía excelente con cualquier cosa que se pusiera, incluso recuerdo que cuando renovaba su closet sacaba para mi sus blusas viejas, y hacía enfásis en que me prestaría su ropa "buena" si yo no estuviera tan gorda. Lo que más me causaba rabia era que omitía el hecho de que se había sometido a una liposucción, y que antes de tener el vientre tan plano era igual a mí, el mismo estilo de senos, las caderas anchas, las piernas grandes, con la diferencia de que fui bendecida con un poco más de altura, y unos rasgos más marcados que fueron una buena combinación entre ella y mi papá.

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