1. anoche

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El reloj marcaba las 3 de la madrugada, el corazón de Bangkok latía con fuerza. Luces de neón y todo tipo de diversiones a la palma de la mano; así lucía el infierno, putas de falda corta contoneándose a la entrada de un bar. Personas con la cabeza en marte, brindando por poder seguir bebiendo, por alejar aún más el alma del cuerpo que se tambaleaba sobre la acera con alcohol en lugar de sangre corriendo por sus venas.

Johnny Seo caminaba sin un rumbo, evitando mirar demasiado y tan solo queriendo alejarse un poco de todo el desorden, intentando aclarar un poco su mente antes de volver a su cuarto de hotel.

En cierto callejón vio a una pareja besarse, la chica clavaba sus uñas en los hombros del hombre que se encontraba prácticamente sobre ella, le tomó unos diez segundos darse cuenta de que se trataba de un forcejeo y de que en realidad se trataba de dos hombres.

Un idioma para nada familiar a sus oídos tomó sentido, el afán de su voz solo podía significar un llamado de auxilio.

Tomó la navaja que siempre llevaba en su bolsillo y amenazó al hombre, quien soltó un par de maldiciones y salió del sitio a zancadas. Los tailandeses eran fáciles de asustar.

El chico levantó la mirada, la sangre que emanaba de su labio se mezclaba con el rojo oscuro de lo que quedaba de su labial, estaba completamente fuera de sí, las lágrimas negras no paraban de rodar por sus mejillas, respiraba con dificultad, pero lo poco de mente que le quedaba le permitió saber que ahora estaba a salvo.

Johnny no podía dejar al chico en ese estado, cualquiera podría venir y volver a aprovecharse de él, y él no parecía estar en condiciones de volver a su casa por su propia cuenta.

Lo levantó sin esfuerzo, sus brazos colgaban sin vida a su costado y sus labios entreabiertos parecían repetir el mismo lamento una y otra vez. El hotel no quedaba muy lejos del sitio, dos minutos caminando y ya estaba en la puerta del ascensor.

Dejó al chico en su cama, lucía completamente deshecho, con la camisa rasgada y moretones en sus clavículas allí donde el imbécil ese lo había besado sin su consentimiento. Lo cubrió con sus propias sábanas, limpió su rostro con cuidado de no lastimarlo ni despertarlo, tras las sombras, sangre seca y lápiz labial parecía un niño, con sus pequeñas manos apretadas contra su pecho.

Pasó la noche en blanco, mirando su celular y a él de vez en cuando.

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Al despertar no parecía muy sorprendido, como si no fuera la primera vez que amanecía en la cama de un desconocido. Sus ojos ahora parecían más despejados, su mirada fija en el hombre frente a él, extranjero.

-Qué has hecho conmigo.- exclamó en inglés con un leve acento.

-Solo te traje aquí, no te he hecho nada malo, no te haré daño.-

El chico se cubrió hasta el cuello con las sábanas, se tocó el rostro y se dio cuenta de que ya no llevaba nada de maquillaje.

-¿Puedo saber donde estoy?.-

-Es mi cuarto de hotel, cerca al lugar donde te encontré, ¿recuerdas algo de anoche?

-Un hombre me invitó a una bebida…y nosotros…tan solo recuerdo hasta el momento en que empezó a morderme.-dijo señálandose el cuello y con expresión de asco.

El reloj ahora marcaba las 7 de la mañana, la ciudad tenía un aire distinto, lejos de la apariencia casi demoníaca que el cielo negro y las luces de neón le daba.

-No sé tu nombre.- musitó Johnny sin mirarlo.

-Ten, como el número, ¿tú?.- sonrió por vez primera y Johnny se dio cuenta de lo mucho que su rostro cambiaba cuando lo hacía.

▪PIEL▪ JohntenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora