Ese gato tiene razón

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ESE GATO TIENE RAZÓN

—Ese gato tiene razón, mi señora.

La bruja se enfureció cuando oyó de labios de Gwêr, al que tenía por su consejero más fiel, aquella réplica abierta a sus planes. Ni sus visitantes ni él parecían entender que había que expulsar a los humanos del valle a cualquier precio. Si se les dejaba seguir colonizando la zona, reducirían los bosques y el resto de espacios naturales al mínimo y todos los animales, los propios gatos monteses incluidos, tendrían que huir. Gwêr prosiguió:

—No es propio de nosotros emplear esas tácticas, mi señora. No seríamos mejores que los humanos si empezáramos con ese tipo de cosas.

El emisario de los gatos monteses esperó la respuesta de la bruja, que intentaba tragarse la cólera por la insubordinación de Gwêr. Aquella desobediencia tenía el agravante de haberse producido en una reunión celebrada en su propia cabaña. Dejó que pasaran unos instantes, y con calma, le dijo al gato:

—Cuando cualquiera de vosotros descubre un nido de pájaros, ¿no os coméis a los polluelos? ¿Y se atreve tu señor a insultarme diciendo que mi propuesta es espantosa cuando vosotros hacéis lo mismo?

El gato repuso mentalmente, de la forma en que sólo seres como Gwêr o la bruja pueden comprender:

—Eso no es lo mismo, mi señora. Los gatos hacemos eso para comer. Pero somos incapaces de comer carne de bebé humano, así que les mataríamos para dejar que sus cadáveres se pudrieran, para conseguir un objetivo. Eso es lo que hacen ellos. Nosotros no somos así, y por eso mi señor se niega a seguir ayudándola.

—Sólo he pedido que acabéis con cinco de ellos. Sólo cinco de los cientos que viven en su ciudad infernal. Ya lo hemos intentado todo, pero no atienden a razones, así que tenemos que atacarles en lo que más les duela. ¿Es incapaz tu señor de entenderlo?

—Mi señor sólo sabe que romperá la alianza con usted si pretende llevar a cabo un plan así.

La bruja no fue capaz de ocultar lo frustrada que se sentía. Muy molesta, dio fin a la reunión, pidiéndole al emisario que le dijera a su señor que la alianza con él había terminado. Cuando el gato montés se hubo marchado, la emprendió con Gwêr. Le echó una reprimenda dura y amarga, que el duende afrontó en completo silencio, sin levantar la vista ni una vez.

*   *   *   *   *

Al día siguiente, puesto que no había tiempo que perder, la bruja partió de su hogar con Gwêr. Todos los señores de las fieras tenían la deferencia de enviar emisarios a su cabaña. Todos con la excepción del señor de los lobos, tan orgulloso e independiente como el resto de su especie. Tan solo media hora después de haber iniciado el viaje, la bruja empezó a sentirse mal, así que su aspecto cuando llegó al punto de reunión con el señor de los lobos, cuatro horas de camino después, era lamentable. Tras los saludos, la bruja dijo:

—Vengo a solicitar la ayuda de su pueblo para combatir a los humanos que están invadiendo el valle.

El lobo repuso, con seriedad:

—Sabía que iba a pedirme eso, señora, cuando llegó a mis oídos la ruptura de la alianza con la ralea de los gatos. Como ya sabrá, está hablando de combatir contra un enemigo formidable. La Tierra es muy grande, hay cientos de valles vírgenes mejores que el suyo. ¿No ha considerado nunca la posibilidad de dejarles este a los humanos y buscarse usted otro? Es algo que siempre me he preguntado.

Aquel animal astuto había dado en el clavo. A pesar de sentirse muy débil, la bruja había captado la mirada que le dedicó cuando, incapaz de seguir de pie sin descansar, se había sentado con la ayuda de Gwêr, y fue consciente de la curiosidad con que el lobo observaba que el duende no le soltaba la mano izquierda. La bruja no creyó que supiera que Gwêr utilizaba su magia para darle fuerzas, y suponía que ignoraba su vinculación a un roble centenario junto a cuyas raíces, bien disimulada, había edificado su cabaña. Necesitaba tanto a su árbol que dos o tres días alejada de él la matarían.

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⏰ Última actualización: Aug 24, 2012 ⏰

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