Capítulo único

20 4 0
                                    

Mérida no podía presumir de haber tenido muchos amigos en la infancia. Su carácter rudo y rebelde solía alejar a las niñas de su edad que preferían jugar a las muñecas, y su actitud mandona intimidaba a los niños que, en contra de cualquier prejuicio, intentaban acercarse hacia la chica pelirroja para jugar con ella.

Mérida solo contaba con dos amigas de hecho, una pequeña pelirroja con el rostro cubierto de pecas y de su misma edad, llamada Anna, y una niña de ascendencia china y que poseía un año más que ellas dos, cuyo nombre era Mulán. Para Mérida describir a Anna era muy sencillo, ya que la palabra que mejor la definía era inquieta. La pelirroja con el rostro cubierto de pecas era la persona más impredecible que conocía, a su corta edad sabía más juegos que ningún otro niño y además era la mejor de todos planeando travesuras, de ahí que siempre contaran con ella cuando alguien deseaba profundamente vengarse de alguien. Por otro lado, Mulán era la persona más tranquila que pudieras conocer, manteniéndose en calma en todo momento, a excepción de cuando alguien amenazaba a cualquiera de sus dos amigas. En pocas palabras, Mulán y Anna eran el día y la noche, tan opuestas que posiblemente si no fuera por Mérida jamás se habrían hecho amigas.

Sin embargo, a pesar de tener tan buenas amigas, Mérida siempre quiso también tener un amigo. Mulán y Anna los tenían, y siempre que le contaban sus experiencias con ellos Mérida sentía un poco de envidia. Desde su punto de vista, Mulán y Hércules se lo pasaban genial cada vez que ambos practicaban juntos esgrima, al igual que Anna y Eugene cuando jugaban a ser ladrones y robaban los pasteles que con tanto esmero solía hacer Gerda, su ama de casa.

Ella también quería un amigo con quién disfrutar de grandes aventuras y con quién jugar. Por ello decidió hacer una lista de niños que eran lo suficientemente amigables como para poder entablar una amistad con ella. Lo malo fue que aquella lista tenía una pega, y era el hecho de que tanto Aladdin como Jack y Peter eran traviesos por naturaleza. Ella no tenía nada en contra de aquello, de hecho le gustaba aquella cualidad en sus amistades, ya que tener un cómplice y confidente para las travesuras que tienes pensado hacer siempre es de mucha ayuda. Sin embargo, su madre le tenía "prohibido" hacer amigos así. No era que Elinor tuviera la intención de entrometerse en las amistades de su hija mayor, pero tener que lidiar con los pequeños trillizos que recién acababan de aprender a andar y no paraban de tirar los adornos que estaban a su alcance al suelo ya era demasiado trabajo para ella, como para también tener que enfrentarse a las posibles trastadas de su hija y su amigo.

Por ello, Mérida, por primera vez en su vida tras haber visto la cara de súplica de su madre, aceptó de mala gana su petición y decidió trabar amistad con alguien más calmado que ella. El círculo de posibles personas se vio más limitado por ello, casi todos los niños que conocía eran muy revoltosos. Buscar niños tranquilos era una misión difícil, pero lo era aún más encontrar a alguien con aquella cualidad que no acabara aburriéndole enseguida. Lo intentó con niños mayores que ella, pensando que ellos por tener más años serían más maduros y por consiguiente más calmados, pero se vio rechazada ya fuera por su edad o por su actitud demasiado violenta.

La chica pelirroja se esforzó en forjar una amistad con ellos, pero fue en vano y al cabo de unos días acabó por cansarse. En su lugar decidió cambiar de objetivo y así fue como se hizo amiga de un pequeño gato negro que— si bien huía al principio de ella— acabó encariñándose con ella.

El felino siempre estaba al lado de un viejo trastero en el barrio donde vivía ella y se lo encontró el día que decidió estrenar su bicicleta de montaña. Aquel día en concreto era festivo e iban a celebrar un pasacalles por el que acabaron cortando el tráfico por varias horas para prepararlo todo. Mérida, quien estaba aburrida y no sabía que hacer para entretenerse, no lo dudó dos veces cuando vio aquella oportunidad de tener la carretera para ella sola y le preguntó a su madre si podía pasear con su bicicleta un rato. Cabe mencionar que Elinor estaba demasiado ocupada preparando unos collages que pensaba mandar a su familia en Escocia por las fiestas navideñas que se aproximaban y asintió a la pregunta de Mérida sin meditarlo lo suficiente.

Escondiendo gatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora