Una conversación para otro día

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Este... ay, qué pena, ¿recuerdan hace unos años (porque, qué diablos, cómo vuela el tiempo, han pasado algunos años) cuando dije que iba a escribir una historia que incluyera a Kankuro y a Gaara y algo de fluff? Que, debo decirles, una amiga ya me regañó porque insiste en que no escribo fluff, sino que todo lo que escribo es hurt/comfort, pero bueno. Les juro que hace como seis meses que tenía el borradr de esto, sólo que no había podido transcribirlo. ¿Qué quieren que les diga? Soy de la vieja escuela y me gusta escribir el primer borrador a mano.

Total, esto ya lleva muchos, muchos meses de retraso, no tiene sentido que yo los entretenga más, así que... ¡a leer!

Una conversación para otro día

―No puedo creer que siga ahí ―bufó Kankuro, finalmente levantando la vista de su sopa de miso tras una cena que había transcurrido de forma silenciosa y más bien incómoda.

―Está con el papeleo ―informó Temari, apartando su plato a medio comer―. No quiso ni siquiera que le subiera comida.

―¿No dijo Sakura que era muy pronto para que estuviera trabajando así? ―inquirió su hermano. Temari se encogió de hombros.

―Eso le dije yo, pero no me hace caso ―protestó―. Ni siquiera debería estar en el despacho, era hora de que estuviera acostado.

Sin más, la joven se levantó de la mesa y comenzó a recoger los platos de la insípida comida. Hacía poco más de una semana desde el... incidente con Akatsuki. Gaara había sido dado de alta apenas hacía cuatro días. Una semana... no más de diez días. Y, sin embargo, aunque a Temari aún le temblaran las manos ante el más fugaz pensamiento de lo que había sucedido, se esperaba de ellos que continuaran con su vida normalmente, como si todo se encontrara en perfectas condiciones.

Por supuesto, tampoco ayudaba el hecho de que, desde ese fatídico día, ninguno de los tres se atreviera a mencionar el incidente. Habían encontrado una vasta variedad de eufemismos para referirse a la muerte de su hermano menor. Contratiempo. Problema. Percance. Accidente. Todo con tal de negar lo que verdaderamente había pasado y relegarlo al olvido lo más rápido posible.

Quizás lo más dolorosamente irrisorio de la situación era que Kankuro y Temari ni siquiera eran los únicos en Suna que parecían estar pasando por ese periodo de negación. Los ancianos, los campesinos, la misma Hokage había mencionado "lamentar profundamente el desafortunado encuentro del Kazekage con Akatsuki". No la muerte de Gaara, no el fallecimiento de su hermano menor, no la pérdida ―por breve que hubiera sido ese lapso― de una de las personas más importantes de su vida. No, sólo el "accidente", el "contratiempo", el "percance". Ni siquiera ella se atrevía a pensar en lo que verdaderamente había ocurrido, menos aún decirlo en voz alta, ¿cómo esperaba que lo hicieran los otros?

―Puedo escucharte pensando hasta el comedor, ¿qué pasa? ―inquirió Kankuro a sus espaldas, sobresaltándola.

―No es anda.

―Temari... ―murmuró él en algo que era casi un suspiro.

―No ha comido nada en casi dos días. No duerme y no quiere escucharnos ―masculló la joven por fin―. Estoy preocupada.

―Supongo que aún no se acostumbra a dormir ―ofreció Kankuro en voz baja―. No puedes esperar que cambie algo así de la noche a la mañana.

―Tampoco come ―repitió Temari―. Y no ha salido del despacho en horas.

―Tú estuviste encerrada en tu cuarto casi toda la semana pasada ―protestó su hermano.

―Sí, pero ahora estoy hablando contigo ―insistió la kunoichi―. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con él?

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