e n t i t l e d ㅡ stray kids | minsung

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Como cualquier otro lunes, Minho salía de su casa a las 10 de la mañana, con los cascos puestos y camino al campus. Y ya sabéis, eso de 'cualquier otro lunes' porque todo va a cambiar. Ninguna historia te cuenta un día cualquiera en la vida de un don nadie. Minho no lo era, nadie en su sano juicio se atrevería a calificarlo de "don nadie". 

Siempre, desde que era pequeño, había tenido todo lo que quería. A los 8 años empezó a bailar, a los 6 a tocar el violín y con 4 ya tenía 2 habitaciones para él solo. Sus padres, empresarios a nivel internacional, le habían dado a Minho todo lo que necesitaba, cuando y como lo necesitaba. Habían hecho de él un niño mimado al que, sin duda, pocos aguantaban; aunque sus pocos amigos eran fieles. Aún así, Minho mantenía a sus amigos de la infancia, y tampoco tenía problema en relacionarse con nuevas personas. Así lo había demostrado en la universidad, pues había conocido al que sería su mejor amigo.

Minho paró ante el bloque de edificios de Hyunjin, se quitó un casco y observó con atención el tramo de escaleras que se apreciaba por la cristalera, esperando expectante a que las viejas zapatillas blancas de su amigo asomasen en cualquier momento.

El bloque de edificios, al que se le caían trozos de pintura por todas partes, parecía uno más entre la inmensidad de torres que lo rodeaban. Hyunjin vivía en una urbanización grande, de clase media-baja. No me malinterpretéis, no le faltaba el dinero, pero siempre había considerado que debía de ahorrar para el futuro, o por si algún día pasaba algo inesperado. Su apartamento no estaba mal, y así le ahorraba dinero a sus padres con el alquiler y se ahorraba él mismo parte de su pensión.

En lo que concierne a Hyunjin, cabe destacar que se mudó a Seúl en primer año de carrera para estudiar biomedicina. No lo hizo por gusto, ni por el nivel de educación de las instituciones de la capital, si no que su nota de acceso a la universidad era tan buena que lo habían becado para estudiar allí. Extraña tanto a su familia como a su vida, pero nunca se ha quejado de vivir en Seúl. Sabe que la oportunidad que está viviendo no muchos la pueden costear, y que todo el trabajo por el que está pasando ahora mismo ayudará a miles de personas en el futuro.

En cuanto las piernas de Hyunjin se dejaron ver por los escalones, Minho se reincorporó y se hizo a un lado para no chocar con su amigo al salir. Los ojos se le iluminaron al verlo, como cada vez. Minho, a pesar de su carácter y su personalidad fuerte, guardaba una gran admiración por las personas que lo rodeaban. No dejaba que cualquiera entrase en su vida, y eso estaba bastante claro. Quería a Hyunjin como a un hermano pequeño y haría lo que fuera por no perderlo.

 — Buenos días Hyunjin. 

Este sonrió al escuchar la voz de su amigo y asintió un poco con la cabeza. El gesto puede parecer rudo, pero nunca fue una persona dada a madrugar, y menos si el siguiente acto tras despertarse era ir a clase.

— ¿Has dormido bien? ¿Quieres comer algo? Hice tortitas al levantarme y te traje unas pocas en un tupper.

Minho, por el contrario, sí lo era. Se levantaba todas las mañanas a primera hora para salir a correr. A la vuelta hacía el desayuno, se preparaba para ir a clase y dejaba las cosas listas para hacer la comida al volver de clase. En días contados se hacía la comida antes de salir de cara a la facultad

— Mhm... -el joven negó con la cabeza- ya sabes que no me gusta comer por las mañanas.

En silencio, continuaron el camino hasta el campus. Tras pasar la valla que separaba el mundo universitario de la vida cotidiana sus caminos se separan. Ambos se dan un abrazo y quedan para ir a comer a casa de Minho. 

Este se sentó al fondo de la clase, nunca le gustó estar de los primeros porque "se sentía observado". Irónico que al hijo de una familia rica, con 20.000 seguidores en redes sociales, no le guste que lo observen, ¿no? 

Es un día normal en la universidad. ¿O no lo es?