Fuego

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Mi padre llegó del trabajo, como cada día, a las 6:40 de la tarde.
Cómo siempre su saludo, en vez de cordial fue seco, como sin ganas, un triste "Hola" con aires de grandeza.
Mi madre, con su delantal lleno de comida y el cuerpo lleno de cansancio, descansaba en el sofá, dando cabezadas mientras miraba la tele, sin ver nada. Y por lo visto, eso cabrea mucho a mi padre.
Mi padre se quedó mirando a mi madre durante unos segundos, justo en frente de ella, mientras que mi madre sacaba una sonrisa de las pocas fuerzas que le quedaban.

-Hola cariño. - Balbuceo mi madre mientras esperaba un abrazo de mi padre.

Mi padre suspiró. Pero no fue un suspiro cualquiera. Fue un suspiro que me asustó incluso, irradiaba odio.

-¿Hola cariño? - Le contestó mi padre con tono vacilante

-¡¿Hola cariño?!- mi padre se quito la chaqueta con ira y yo di varios pasos atrás. Estaba aterrada.

-Llego de trabajar 6 horas seguidas... Y tu no eres capaz ni de estar presentable para mí- Mi padre cada vez estaba más agresivo.

-Pero llevo todo el día limpiando la casa, haciendo de comer... - Y antes de que terminara de hablar, mi padre dio un golpe muy fuerte a la mesa, interrumpiendo a mi madre

-¡No vales ni para inventarte una escusa! ¡Eres basura! -

Mi madre comenzó a llorar, al igual que yo. Mi padre solo se digno a reírse cuando vio a mi madre comenzar a desprender lágrimas. Después se fue a su habitación, a hacer sabe dios qué.
Ya todo esto se había convertido en rutina, mi madre siempre hacía cualquier cosa que a mi padre no le gustaba. Y lo único que ella era capaz de hacer era obedecerle.

En cada abrazo que le daba, notaba como se iba apagando poco a poco.
Mi madre siempre fue la mujer más feliz que había conocido nunca, con sus bailes mientras cocinaba, sus chistes malos, y su risa escandalosa. Todo eso se lo estaba llevando el patán de mi padre, que con una disculpa a las dos horas de haber denigrado a mi madre, ya se sentía bien consigo mismo.

Y lo peor, es que mi madre la aceptaba. Siempre.

El delantal de mi madre contenía más lágrimas que manchas de comida.

A la mañana siguiente era sábado. Mi madre me despertó para desayunar, y mientras me preparaba unos cereales, mire los ojos azules de mi madre y me di cuenta de algo. Una mancha morada, con toques rojizos y más oscuros cubría una parte de alrededor del ojo derecho de mi madre. No me pude contener, dejé de hacerme el desayuno y salté corriendo a ver esa herida de cerca.

De los labios de mi madre solo salía "Moi, solo me he caído cariño". Yo no paraba de insistir en que me dijese que había pasado, pero su versión de la caída no abandonaba la conversación. Se me hizo un nudo en la garganta y volví a desayunar, aunque no probé bocado. Mi mente no se retiraba de aquel golpe que tenía mi madre en el ojo, aquella mancha morada que ensuciaba esa preciosa y blanca piel que tenía mi madre. Era y sigue siendo una mujer preciosa, algo que yo no he heredado.

Mi padre se despertó a las 12 de la mañana y por sorpresa, se me acerco, pero no para decirme nada, solo para tocarme el hombro y poner una mueca que imitaba a una cara cariñosa. Y, por segunda vez en la mañana, no me pude contener. Mi padre, se sentó al sofá esperando al desayuno, yo me levante de la mesa de la cocina y fui corriendo al salón, y sacando coraje de donde no tenia, grité:

-¡¿Qué le has echo a mamá?! - ojalá no se lo hubiera dicho nunca.

Mi padre me cogió por la camiseta y me levanto a dos palmos del suelo.

Se acerco mucho a mi oído y me susurró

-Tu madre se ha caído, ¿de acuerdo niñata?- Mi madre gritaba desde la otra esquina del salón, con ganas de acercarse a salvarme, pero el miedo la ató.

Me quede sin palabras. El mundo para mi en ese momento se paralizó. Ese monstruo era mi padre. Ese monstruo le había pegado a mi madre.

No se que iba a pasarme. Me faltaba la respiración y me dolía muchísimo el cuello, no sentía nada más que dolor.

Entonces, mi padre miró a mi madre.

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⏰ Última actualización: Jan 06, 2019 ⏰

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