El reloj dio las seis y tú comienzas a prepararte para marchar. Yo me quedo viéndote, sintiéndome morir por querer que te quedes.
Tu abrigo tienes ya y te vas a despedir. Estando aun recostado en la cama, espero aquel beso que sentenciara el final. Te acercas e inclinas lentamente; nos vemos a los ojos, ese mirar tuyo tan oscuro como la noche y no puedo evitar desviar la vista a tus labios, los presiono contra los míos con tanto amor, con tanto dolor, con tanto cariño. Te abrazo y oprimo contra mi pecho e intento inhalar tu aroma para luego guardarlo en mis recuerdos.
Al separarnos acaricias mi mejilla y queriendo retener las lagrimas solo logras pronunciar un simple adiós. Y te vas...
Ya la puerta se cerro, no tuve el valor de suplicar que te quedaras.
Quisiera reprimir el llanto pero no puedo más. Quisiera ser yo, quien te dé todos sus amores. Quisiera poder morir en tus brazos. Quisiera que te quedaras, pues muero sin tu amor.
Es imposible seguir viviendo de esta manera y no poder amarte cuanto quisiera.
Mi amor, no quiero encender la luz, temo enfrentarme a tu ausencia. Prefiero vivir en la penumbra, imaginando que te has quedado. Deseo esa fantasía antes que a la cruel realidad donde te has marchado.
Me rindo ante la falta de tus besos, de tu caricias. Me ahogo en el dolor y la tristeza.