Abrió los ojos lentamente, desorientado. Los rayos del sol entraban vagamente por la ventana. Aún podía sentir el brazo que le rodeaba la cintura, seguido del cuerpo caliente pegado a su espalda, lo que le indicó que aún no eran las siete de la mañana. Le había ganado al despertador. Estiró su brazo hasta su teléfono y comprobó que faltaban tres cuartos de hora para que el tedioso ruido mañanero se disparara. Una sonrisa se dibujó en su rostro ante la idea que nacía en su cabeza.
Ya sabía que hacer con ese rato extra.
Se deslizó con cuidado fuera del abrazo y se sentó en la orilla de la cama. Volteó a mirar a su acompañante. Un sentimiento cálido y cosquilleante se esparció por su pecho al verlo dormido, tan pacífico, tan hermoso, tan tierno. Casi no se creía que fuera el mismo hombre que le hacía el amor con tanta pasión y rudeza. Casi. Si no fuera por el ligero dolor que podía sentir en sus caderas, producto de la sesión amorosa que tuvieron antes de caer dormidos, agotados.
Podía ver el fantasma de una sonrisa en sus labios, quizá estaba soñando algo bonito. Esperaba que así fuera todas las noches. Alguien con un corazón tan puro y un alma tan entregada no se merecía tener pesadillas.
Acercó la mano hasta el rostro ajeno, pero se contuvo de soltar una caricia. No quería despertarlo y arruinar sus planes. Retiró mano y se levantó, estirándose y caminando hasta la ventana. Era una costumbre que tenía. Siempre que se despertaba, miraba al cielo desde su ventana. Sin importar la hora. Pero sus días favoritos eran esos en los que alcanzaba a ver el amanecer, justo como hoy.
El cielo estaba pintado en un degradado que iba desde los leves restos de azul oscuro, pasando por un azul celeste y terminado en el anaranjado que salía del sol. Podía, incluso, distinguir algunos tonos de púrpura, rojo y amarillo entre las nubes. Era hermoso.
El amanecer era su obra de arte favorita.
Se apartó de la ventana con un chasquido de lengua. Podría haberse quedado mirando el cielo hasta que se tornara naranja y luego de azul claro, pero tenía los minutos contados.
Entró al baño adjunto a su habitación. Vació su vejiga, lavó sus manos, sus dientes y su rostro, todo mientras se sentía terminar de espabilar. Se miró en el espejo y asintió para darse ánimos, para decirse que valía la pena despertar casi una hora antes de lo habitual por sorprenderlo.
Salió de la pequeña habitación de azulejos beige y sacó un par de bóxers limpios de la gaveta. Se los puso rápidamente y se dirigió a la cocina.
Comenzó a rebuscar entre las gavetas, el armario y la nevera todos los ingredientes que necesitaba para el desayuno que tenía planeado. Repasaba la lista mental de ingredientes mientras los ponía sobre la encimera, esperando no olvidar ninguno. Cuando estuvo seguro, empezó a integrarlos uno a uno en un bol grande. No tardó mucho en tener la mezcla lista. Tomó un cucharón grande que llenó de mezcla y se acercó al sartén que había engrasado y precalentado. No necesitó de mucho esfuerzo para hacer círculos perfectos. Sonrió complacido. Usualmente le salían un tanto deformes, quizá esta vez el amor lo había ayudado a tener un pulso más firme. Soltó una risa baja al notar su tren de pensamiento.
Pronto tuvo listas en dos platos unas pequeñas torres de panqueques, dorados, redondos y calentitos. Ahora sólo debía encargarse de la decoración. Buscó algunas fresas y moras en el refrigerador. Se llevó una fresa a la boca, disfrutando de la dulce acidez de la fruta. Tomó un cuchillo y empezó a cortarlas en mitades.
Estaba por terminar de cortarlas, cuando sintió un cuerpo pegarse a su espalda, seguido por un brazo que rodeaba su abdomen y una mano que se estiraba hasta el cuenco de moras y tomaba una. Dio un brinco. Estaba seguro que aún no había escuchado la alarma, ¿o sí había sonado y no lo notó? Miró el reloj de la pared. Aún faltaban doce minutos para las siete.
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Amanecer (HaeHyuk)
FanfictionDonghae es uno de los médicos cirujanos más aclamados del Hospital de Seúl. Sueña con ayudar a todo aquel que lo necesite. Hyukjae es su orgulloso novio, que sueña con ver el amanecer junto a él cada mañana. Mas un infortunado accidente podría imped...