Un desventurado muro fronterizo
Por Rafael A. Escotto
La lucha entre los intereses políticos electorales en los Estados Unidos está causando una escisión indeseada en el seno de la sociedad. Las disputas de esa o de cualquier naturaleza siempre dejan un sabor amargo y más cuando las mismas se prolongan irracionalmente acudiendo a pretextos que medidos por la lógica y la moral resultarían insustanciales.
Todo parece indicar, por las actitudes exhibidas en los debates, que los políticos en la posmodernidad desconocen o intentan desconocer el valor de la aplicación de la moral, la cual está irremediablemente conectada con una idea ética, o sea, que la conducta determina cuándo una definición es correcta o incorrecta.
Ante este equivocado debate entre la Casa Blanca y la Cámara de Representantes o cámara baja de los Estados Unidos, cuya polémica lleva varios meses, ninguna de las partes han mostrado interés ni conmiseración en ponderar que el pueblo norteamericano está siendo víctima inocente de la insensatez y de la falta de mesura de sus líderes políticos de ambos bandos en pugna.
Dada la lamentable obstinación que muestran las partes por un lado el presidente Donald Trump, del Partido Republicano, aparentemente ha supeditado su reelección a conseguir unos fondos federales para construir un desventurado muro en la frontera México-Estados Unidos y, del otro, los demócratas recurren al desgraciado muro para obtener ganancia de causa política.
A resultado del muro y de las inmigraciones en el último proceso eleccionario congresual el Partido Demócrata consiguió una mayoría en la cámara baja, triunfo que le complica al presidente Trump su agenda política y al mismo tiempo le crea conflictos en sus estructuras de mando político, militar y en otras aéreas sensibles del Estado.
Desconocen las partes involucradas en esta nefasta discusión, que mientras están entretenidos en un asunto insulso o infecundo (el muro) la economía de la nación se desagua y no se sabe a qué muladar irá a parar si no se define prontamente la condenada discrepancia que ha creado el muro y toda la política que rodea de este y del otro lado de esa muralla.
Además, y esto sería lo peor que le pudiera pasar a los Estados Unidos, el poderío comercial, económico y político de China que junto con Rusia y otras naciones avanza inaplazable podría devenir a la postre en un poderío militar mundial de estas naciones. Frente a esta funesta posibilidad los pleitos entre la familia política estadounidense tienen necesariamente que ser detenidos prontamente y sin demora.
¿Quién asumirá esta alta responsabilidad social, política y moral? Desafortunadamente Trump, el Partido Republicano ni ningún líder demócrata está en condición ética de comprometerse a buscarle una solución razonable a la crisis creada dentro o desde fuera de los Estados Unidos con el objetivo de influir en el electorado a favor de una agenda política maquiavélica utilizando las migraciones como punta de lanza. Este asunto ha fragmentado la sociedad política norteamericana en varios bandos antagónicos a favor y en contra del muro y las inmigraciones.
Lo lamentable del caso es que la discusión alrededor de estos temas está ocasionando un debilitamiento irresponsable del sistema político en los Estados Unidos, situación que está siendo aprovechada por sectores políticos nacionales e internacionales contrarios al avance de dicho sistema político en el plano universal.
Para los ciudadanos estadounidenses el problema del dichoso muro y las inmigraciones hacia territorio de Estados Unidos está deteriorando la fortaleza de la estructura política y militar norteamericana. El muro se parece a la batalla del cielo: «Miguel y sus ángeles lidiaban contra el dragón y el dragón contra los ángeles». ¡Ay de los moradores de la tierra y el mar! si los Estados Unidos perdieran esta batalla frente al legendario dragón chino.
Estados Unidos ha sido una nación de inmigrantes, en modo superlativo solidaria con las inmigraciones, pero necesariamente hay que protegerla del desorden de las inmigraciones caóticas. El orden resulta ser importantísimo y siempre ha sido así. Sin embargo, el territorio de los Estados Unidos no debe ser una «ciudad amurallada, como columna de hierro, o como muro de bronce contra toda esta tierra» (Jeremías 1:18).
Sabemos que la política (filosofía), no la partidista, debe ser interpretada como la búsqueda del bien común. Platón la consideró como la actividad más elevada, no puede dejar de necesitar de reglas y de moral.
Mientras el presidente Trump aparece atrincherado en una esquina absurda del muro y los demócratas, encabezados por el fuerte liderato de Nancy Pelosi, tiene su tropa guarecida en Washington, los empleados del Gobierno federal no han podido cobrar su salario del mes de diciembre 2018 para poder celebrar las pascuas y el año nuevo junto a su familiares con alegría porque al parecer unos políticos desalmados quieren jugar a las próximas elecciones con los apuros de su pueblo que ha quedado desprotegido de su propio Gobierno.
No es justo, de ninguna manera, que un puñado de políticos republicanos, demócratas y de empresarios metidos a políticos que tienen sus problemas familiares resueltos, que se muestran indiferentes a la situación del pueblo estadounidense, pretendan ahora divertirse jugando a la gallinita ciega con el poderío norteamericano, sencillamente por un muro o por batir las alas del ego o de algún super yo.
El pueblo norteamericano no está al margen de lo que está pasando verdaderamente en la clase política de su país y espera pasiva y dolorosamente la llegada de las próximas elecciones para pasarle factura a quienes, de una forma u otra, han pretendido jugar con su voluntad, con su presente y futuro social y, sobre todo, con la fuerza de su economía y de su moneda, para no decir de la grandeza de los Estados Unidos como nación.
Como ciudadano fiel a los Estados Unidos, con derecho al voto, me corresponde levantar mi voz para tratar de aconsejar o advertirles a los votantes que en el recodo ciego de cada pleito se oculta muchas veces un enemigo peligroso y artero. Hay peleas que son provocadas y casi siempre el zorro utiliza los matorrales para atrapar sus presas en cualquier descuido de esta.
La unidad histórica de los Estados Unidos parece deteriorarse por una política a todas luces inconsecuente que está causando daños irreparables a las estructuras de poder político, económico y militar. El sistema de defensa estratégico, los niveles de inteligencia y de cohesión ideológicos muestran fracturas institucionales peligrosas, lo que hace suponer que el país y su poderío proverbial presentan cierta fragilidad nunca vista en los anales del imperio.
Si no se actúa con inteligencia y con la rapidez que exige la crisis política y económica actual el país podría enfrentar tensiones internas y externas no deseadas.
Los políticos estadounidenses, tanto republicanos como demócratas, deben concentrar sus energías creadoras en recuperar la credibilidad de la nación más poderos del mundo deponiendo actitudes intransigentes como sería insistir en levantar un muro fronterizo entre México y los Estados Unidos, cuyo despropósito está minando la fortaleza de la nación y poniendo en tela de juicio la capacidad de llegar a entendimientos razonables sin claudicar a principios que son innegociables para los Estados Unidos.
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