Algo tan simple como decir te extraño puede resultar dificil, y esa dificultad de exteriorizar un sentimiento tan intenso, puede alentizar cualquier estado de felicidad inminente.
Te extraño desde que nunca nos conocimos, prácticamente, y puede sonar loco pero es la verdad. Te extraño desde el primer momento en que me di cuenta de que un chiste tuyo me sacaba sonrisas diferentes, más completas, más de verdad. También te extraño desde esa vez que me prometiste un baile que nunca supimos encontrar, o de cuando nos imaginamos compartiendo una cerveza en la vereda, juntos.
A veces me pongo a pensar en todo lo que hubiese cambiado si nos hubiesemos animado a decirlo.
Decir te extraño porque sos importante, te extraño porque aprendí que sin vos la risa no me hace doler la panza, o te extraño porque el vacío pesa en las noches de insomnio. Decir te extraño debió haber sido una experiencia mágica, y nos la perdimos.
Nos la perdimos como perdimos también la oportunidad de aprender que cada vez que nos faltabamos, la distancia no era tan larga, que una conversación a las tantas de la madrugada nos acercaba más que un contacto físico.
Nos perdimos a nosotros mismos cuando no pudimos ser, cuando no pudimos decir y sentir con plenitud. Cuando no nos dejamos encontrarnos.
Nos lo perdimos todo y ahora estamos acá, avejentados de corazón y con las heridas al aire.
Andamos a la rastra y seguimos extrañando, porque aunque hayan pasado los años, todavía no aprendimos que decir te extraño puede cambarlo todo.
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Sintiendo mientras soy
Non-FictionFragmentos de cada sentimiento que veo pasar, de los que me atraviesan y de los que llego a esquivar. Somos lo que hacemos, lo que pensamos y sentimos. Somos también lo que callamos, pero sobre todo, lo que aprendemos a escribir. ¿Te animas a sentir?
