Es increíble como la mente humana puede llegar a trastornarse de un momento a otro, aunque también es cierto que las puertas siempre están abiertas para que se incremente el riesgo de perversidad que uno puede alcanzar, en momentos de tensión o situaciones fuera de lo comúnmente aceptado. El límite está en nuestra cabeza al parecer y en sus infinitas suposiciones, elucubraciones y posibles decisiones. Por más que la moral y las costumbres hagan su trabajo, un hombre puede perder el juicio en un santiamén, y es cierto que lo vicios pueden inclinar aún más esa balanza.
Carlos tenía cuarenta y tres años, y vivía en una casa de madera, con dos chimeneas que sobresalían a uno de los costados, no muy grande, en las afueras del pueblo. El campo contaba con varias hectáreas donde el padre de familia se dedicaba a cosechar tabaco para su patrón. Pero él no vivía solo en la humilde residencia, lo hacía junto a su esposa Florencia de treinta y siete años, y sus siete hijos, del menor al mayor, Ana María de cuatro meses, Raimundo de dos años, Julián de cuatro, Mabel de siete, Carla de doce, Arturo de dieciséis y por ultimo María de diecisiete. Carlos había conocido a Florencia unos veinte años atrás, ambos eran muy jóvenes y buscaron escaparse de su lugar de origen mudándose de ciudad en ciudad. Primero se instalaron en la ciudad capital, ahí nacieron sus dos primero hijos, María y Arturo. Cuando aquella tenía dos años de edad, un tercer hijo nació pero con una terrible enfermedad. El desdichado infante murió a los pocos años. Y esa tragedia los movilizó una vez más de lugar.
Para cuando su hija mayor ya contaba con quince años se establecieron definitivamente en dicha granja. Ahora la familia al fin encontraba un lindo lugar para vivir y trabajar. Además ahora eran más, la pareja contaba ahora con seis hijos, aunque aún les costaba superar la muerte de Guillermo. Hicieron todo lo posible por remontar esa horrible tragedia y su refugio fue el trabajo y el cariño de esta inmensa familia que se estaba conformando. En definitiva, cuatro meses antes de los sucesos que vamos a relatar nació la última hija, la pequeña Ana María. Ahora si la familia parecía estar completa y vivir en felicidad. Pero muchas veces las primeras impresiones son puras apariencias. Es como si desde afuera viéramos un panorama increíble pero desde dentro aquello no se viera tan así. Era como un círculo en el que los que están dentro no pueden salir. Si es que verdaderamente alguno quisiera hacerlo. Por lo pronto, uno de los integrantes de la familia estaba pensando seriamente en salir de ese círculo. En dichos padecimientos vivía Carlos, durante esos últimos tiempos.
Su martirio mental venía desde hace unos pocos años, aquella idea lo atormentaba cada día, y cargaba con el peso cada vez que miraba a los ojos a su familia. Principalmente a su mujer y a su hija más grande. Ese fin de año tan fatídico a nivel mundial no sería muy distinto para la familia y para todo el tranquilo poblado rural. Durante los últimos meses, a pesar de las buenas cosechas obtenidas y de llenar su granero hasta abarrotarlo, de la venida al mundo de su nueva hija y de que las fiestas se acercaban, Carlos solo pensaba día tras día en cómo podría seguir afrontando su situación. Estaba entre la espada y la pared. Había cometido algo que estaba carcomiendo su mente, ya no se sentía alguien cuerdo. Ya no parecía responder a razones dentro de su cabeza, esto iba más allá y sabía que pronto algo debía hacer.
Unos días previos a la navidad decidió llevar a su familia de compras y a tomarse una fotografía familiar. Ello resultó muy raro a su mujer, ya que no era común en la vida de unos granjeros invertir en semejante cosa. Pero en definitiva fueron a comprarse ropa nueva y así todos posaron en una foto familiar. Lo cual era una gran novedad para todos, pero no algo tomado de buena forma, principalmente en su mujer y su hija mayor. Carlos había decidido eso de un momento a otro, no sabía bien porque pero pronto el mismo se daría la respuesta. Durante la cena de nochebuena la foto se exhibió sobre la chimenea, junto a otros adornos, y la mesa familiar se llenó de sus integrantes mientras comían, charlaban y pasaban una aparente bella noche para esperar la navidad. Como era costumbre, cerca de las once de la noche todos se fueron a dormir, menos Carlos quien con un vaso de aguardiente se dirigió al granero y ahí permaneció sentado al menos por una hora. Asaltado por un violento escalofrió dejó caer su vaso pero el mismo no se rompió, quedó de costado en el suelo de tierra. Ante ello, se levantó de su asiento, acomodó su escopeta y se dirigió a descansar. Si es que su mente al fin podría hacerlo. Bajo la fría noche, víspera de navidad, el granero quedó como una postal tétrica, con la escopeta apoyada sobre una columna de madera, el vaso en el piso con su contenido derramado y las cantidades inmensas de tabaco amontonadas. Camino a su habitación, Carlos no podía sacarse de su mente a su hija María. Sin embargo, el trasfondo de sus pensamientos ya no pertenecía a este mundo. Pronto todo daría lugar a la tragedia.
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Feliz navidad
HorrorBajo la inspiración de una trágica historia real y de una foto familiar por demás tétrica, este relato cuenta hasta donde puede llegar un hombre para encubrir sus secretos más profundos.