Era el funeral de su madre, sabía que tarde o temprano pasaría pero vivía esperando que fuera más tarde que temprano. Todos sus conocidos estaban en la iglesia, desde sus familiares más lejanos hasta su esposa que sostiene su mano en todo momento.
Él y sus hermanos están parados a un lado del ataúd de su madre mientras el sacerdote da inicio a la santa misa, él mira a su esposa que está sentada en la primera fila mirándolo también, esperando que su mirada sea capaz de trasmitirle todo su amor y apoyo en ese día tan difícil; ella nota que la mirada de su esposo se desvía de sus ojos unos segundos pero no le da importancia. Ignorando que él ha desviado su vista hacía las puertas de la iglesia, vestida todo de negro, él la ve, la ve finalmente después de diez años de no verla más; ahí está una vez más entrando en su vida, la primera mujer que amó. Ella le sonríe haciéndole saber a él de una manera que sólo entre ellos entienden que está ahí para apoyarlo esperando no causar ningún problema, él le devuelve la sonrisa y pone su mirada de nuevo en su esposa y después en el sacerdote.
La misa termina, entierran el ataúd de su madre, todos oran y lloran en el cementerio, él está junto a su esposa quien le brinda en todo momento palabras de aliento y abrazos, él la busca entre la gente, sorprendiéndola buscándolo también. Le pide a su hermana que de favor permanezca unos momentos con su mujer mientras él habla con el resto de los familiares, pero miente, él no quiere hablar con la familia, él quiere acercarse y hablar con ella, no es una necesidad, es un deseo, una costumbre, sabe que no pasará nada si no se acerca a saludarla, sabe que ella no se molestará y que el mundo no se acabará, así como no se acabó cuando se separaron definitivamente. Ella está sentada en una banca del cementerio, escucha las hojas secas de los arboles quebrarse bajo las pisadas de alguien que se aproxima. Él se sienta a su lado y la saluda sin saber que más decirle "De verdad lo siento" escucha que dice ella en voz baja.
–¿Quién te dijo lo de su muerte? –pregunta él
– una amiga de los dos –contesta ella mirándolo y poniendo una mano en su hombro como muestra de apoyo –decidí venir para ver como estabas.
Él la mira con más detenimiento esta vez, ella se ve igual que la ultima vez que la vio, hermosa como siempre. Se siente extraño al hablar con ella de nuevo. Se da cuenta que ella aún se preocupa por él a pesar de todo y eso le hace feliz.
-No pensé que vendrías –dice observando las demás lapidas del cementerio.
-Si, bueno –contesta ella mientras suelta un suspiro –jamás cumplí ninguna de las promesas que hicimos cuando éramos novios, así que quería cumplir al menos la única que hicimos cuando ya no estábamos juntos.
Él se ríe lo más bajo que puede para evitar que ella lo note "cuando eramos novios" un montón de buenos y malos recuerdos comienzan a bombardear su mente, pero ya no duele, ya no llora como antes al recordar, ahora solo se siente feliz de haberla conocido, de haberla tenido.
-¿Cuál promesa? –dice sarcástico.
-¿recuerdas esa vez que mi mundo se estaba viniendo abajo y llorando te decía que ya no tenía nada? Tú me contestaste que te tenía a ti que
-que siempre me ibas a tener –finalizó la oración que ella había comenzado, mientras sonreía para sí mismo nostálgicamente.
Exacto –dijo ella.
¿Cómo iba a olvidar ese día? Jamás lo haría, le había dicho la verdad, aunque no estuvieran juntos él siempre iba a estar para ella, para cuidarla y ella lo sabía.
-yo también te dije que estaría siempre para ti –continuo ella –y pues, lo estoy cumpliendo, sé que no estás solo, que tienes a tu familia aquí y a tu esposa, simplemente –dice mientras sus ojos se cristalizan un poco –no quería romper mi promesa.
Él la mira y en sus ojos puede ver claramente a la chica de dieciocho años de quien se enamoró cuando él tenía diecinueve, sabe que aunque el tiempo ha pasado cambiando todo, dejando estragos en la vida de los dos, si bien, ahora ella es más madura, menos caprichosa, es una excelente mujer, él está orgulloso de ella por todo en lo que se ha convertido, pero aún así aun percibe la nostálgica presencia que ha emanado desde que la conoció. Ella no cambia, lo que si cambió el amor que sentía por ella, sus ojos se cristalizan un poco también, ya no la ama, lo sabe, y sabe que ella lo sabe. Ya no la ama, al menos no como pareja, no como mujer, no como ama a su esposa, no como para tener una hermosa familia, una bella casa y una vida juntos, pero si la ama como alguien a quien vas a amar siempre de una forma diferente, ya no existe en él ese deseo de querer estar con ella para siempre, ya no la necesita en sus días y noches, no necesita que ella sostenga su mano mientras duermen, tampoco necesita verla cada mañana, sabe que puede seguir queriéndola sin importar que este a miles de kilómetros.
Mientras la tiene ahí a un lado, disfrutaba su compañía, su risa, ya no siente esa necesidad de pedirle que no se vaya, no quiere besarla, ni tocarla, le basta tenerla cerca para sentirse feliz. Imagina que quizá, en otra vida, posiblemente se encuentren e incluso Dios diga "está vez será fácil para ellos" y puedan compartir todos sus días y noches en algún hermoso y gélido lugar de este planeta, pero hoy ya no hay más nada que decirle, no más "te amos", no más "quédate para siempre" ni siquiera necesita tener su numero telefónico, no necesita hablar con ella para sentirla cerca, sabe que jamás se olvidará de ella, y francamente no quiere hacerlo, pero su recuerdo ya no lo llena de tristeza y desesperanza, le invade siempre una sensación de felicidad cuando piensa en ella y le agradece le agradece que exista.
-Debo irme -dice la mujer levantándose de la banca.
-cierto, ya es muy tarde, se pasa rápido el tiempo.
-si -contesta ella regalandole una calidad sonrisa.
-Gracias, por existir -le dice abrazándola impregnándola del amor que le tiene sabiendo que no la volverá a ver en un tiempo.
-Gracias a ti -contesta ella separándose de él y dándole la espalda para marcharse.
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