Los segundos, los minutos, los días, los años. Solo era algo que Yoongi había escuchado un día a unos campistas hablar mientras pasaban a su lado, sin embargo nunca entendió su significado.
Un tiempo después como muchas otras veces, el suelo dejó de estar tan seco a la llegada del otoño. El clima se volvía frío, pero Yoongi no lo notaba. Todos los días eran igual de duros.
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A la llegada del invierno, la montaña se llenó de nieve, y Yoongi quedó cubierto. Si tuviera ojos, los hubiera rodado. Si tuviera brazos, los hubiera echado al cielo. Si tuviera boca hubiera dicho "ya está bien". Pero como no tenía nada de eso, solo se quedó en el sitio y agradeció no tener que estar bajo la presión que durante siglos habían sufrido sus abuelas, las rocas metamórficas.
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La primavera no falló en montar una entrada triunfal como siempre le había gustado. Haciendo florecer todo tipo de flores del bosque.
Si Yoongi tuviera piernas, se hubiera movido de su sitio para sentarse al lado de las flores y hacerse pasar por una de ellas, verse más guapo, aunque para mí, la narradora, incluso como piedra Yoongi se ve hermoso. Pero a él eso no le importaba, cualquier cosa sería mejor que pasar el resto de su existencia entre hierba, siempre le habían tratado mal por ser más altas y más verdes. No es que las flores no lo fueran también, pero ellas siempre se habían mostrado agradables cuando aparecían.
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El verano dio paso una vez más, y Yoongi sintió como si su vida se hubiera vuelto más dura. Siempre le pasaba cuando veía a sus flores favoritas marchitarse o bien por el calor, o bien por los campistas que las pisaban sin piedad. Verano era sin duda la estación más dura del año. O al menos eso pensaba, hasta que llegó ese día. Ese día ya avanzado el verano, en la época en la que los campistas más abundaban en su preparación para despedirse de las vacaciones.
Unos niños empezaron a jugar a lanzarse piedras. No podréis imaginar el horror de Yoongi al ver aquella escena. Solo le había pasado una vez en toda su existencia, pero no había nada peor que ser movido de su zona de confort.
Con el temor creciendo cada vez más rápido, Yoongi se concentró y rezó a sus ancestros las rocas ígneas, que aquellos niños no le movieran igual que le había pasado muchas estaciones atrás cuando un campista lo había pateado mientras tenía una discusión por teléfono. Desde entonces Yoongi se había quedado tumbado de costado, posición a la que se había acostumbrado con el tiempo pero que requería un proceso de adaptación por el que no quería volver a pasar.
Para su desgracia, antes de que sus rezos alcanzaran su destino, ya estaba en mano de uno de los niños, el cual empezó a correr sin previo a aviso. Yoongi sintió una sensación que nunca antes había sentido. Le recordaba a lo que sus tías las rocas sedimentarias le contaron que sufrían día y noche, y que podía llegar a erosionarlas. El viento. Yoongi se preguntó si ese viento era lo suficientemente fuerte para hacerle perder algo de forma.
Los niños siguieron corriendo mientras Yoongi dejaba de preocuparse y empezaba a disfrutar un poco de las nuevas sensaciones. De un momento a otro Yoongi notó una diferencia, pero no sabía que era porque seguía en el aire y ya no en las manos del niño. Yoongi hizo un pequeño sonido amortiguado al caer al suelo blando justo enfrente del río, el cual veía por primera vez.
Había agua, mucha. Yoongi no pudo evitar sentirse sorprendido ya que solo había visto agua caer en pequeñas gotas desde el cielo, no sabía que existían semejantes acumulaciones en movimiento de lo que él conocía como simples gotas que le molestaban dándole golpecitos en la cabeza cuando ya no tenían nada que hacer en el cielo. Yoongi decidió que se haría amigo de las gotas, ya que a su ver, el bosque era más grande de lo que él pensaba y nunca sabes cuando puedes necesitar aliados.