001| HE LLEGADO A ODIARLA

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La agente miro a su compañero, era notable lo afectado que estaba por el caso que habían resuelto para ahora tener igual o peor. Nadie era inmune. Ni siquiera ella.

Crímenes Violentos estaba haciendo un gran daño en ella. Un daño que la perseguía cada día desde que se había transferido a esa unidad. Pensó que habiendo estado en una unidad como la Unidad de Víctimas Especiales ya estaría acostumbrada a los horrores, pero se dio cuenta que no era así. Nadie podría acostumbrarse nunca a ver el daño que un ser humano podría causarle a otro.

—Selvig -llamo al agente, que volteo inmediatamente al escucharla-. Ve a casa, yo me encargó del reporte inicial y de que todas las evidencias sean recogidas.

—Yo...

—Ve a casa con tu esposa e hijos. Mañana puedes unirte al caso de nuevo.

— ¿Segura?

—Muy segura. Ve.

—Gracias.

El hombre pasó a su lado. Bauer solo suspiro. Era justo hacer lo que en su momento otra persona había hecho por ella. Una ligera sonrisa apareció en sus labios al recordar al bruto detective Dominick Carisi. Se habían conocido cuando él había llegado para reforzar la unidad, donde ella ya llevaba dos años. Era un bruto al inició, pero con el tiempo había aprendido a hacer el trabajo correctamente y dejar de lado su forma de trabajo poco sentimental.

Cuando menos se dio cuenta, compartía mucho tiempo con el detective. El tiempo de calidad fue en aumento, pasando cada vez más tiempo juntos. Inclusive durmiendo en la casa del otro algunas noches.

Hasta que se había enamorado.

—Sargento -su burbuja se rompió. Volteo para ver a uno de los técnicos-. Hemos encontrado algo.

Siguió al hombre hasta afuera de la casa, quiso preguntar a donde iban, hasta que vio la piscina con un cuerpo flotando en ella y el agua de color rojizo.

—Tomen fotos, huellas, inclusive muestras y de ser necesario, tomen muestras de la tierra de todo el jardín. Si hay sangre, quiero saberlo.

Su celular sonó dentro del bolsillo de su jean, lo saco para ver quien llamaba. «Rollins» podía leerse en la pantalla. La última vez que había hablado con ella, las cosas no salieron bien. De simples palabras habían llegado a los golpes.

A su mente vino el recuerdo del derechazo que le dio a Amanda. El hematoma debió de haberle durado días, pero ella no había gozado de la vista.
Ignoro la llamada. Tenía trabajo que hacer, no podía permitirse distracciones y esa llamada era una.

—Iré a ver si encuentro algo extraño.

Necesitaba alejarse.

(...)

La pizarra mostraba fotos de las víctimas, un joven matrimonio. Estaba tan agotada y molesta. Era el segundo caso de asesinato que llegaba a su escritorio en una semana. Si llegaba una sola carpeta más o recibía otra llamada, estaba segura de que saldría huyendo a la sala de tiro en busca de relajarse.

Su celular sonó de nuevo. Ya tenía idea de quien la llamaba, tenía toda la tarde haciéndolo. El celular dejo de sonar, agradeció en silencio y lo guardo en el cajón de su viejo escritorio.

—Veo que sigues aquí.

—Aquí trabajo.

—Si. Pero -tiro de una silla vacía, colocándose frente al escritorio-. El que trabajes aquí no quiere decir que debas vivir dentro de la comisaría. Hace días escuche que dormiste dos noches seguidas aquí, en el área de literas. Estoy seguro que tu loft tiene una cómoda cama donde dormir debe ser más placentero que en una litera de comisaría.

BRANDYWhere stories live. Discover now