¡Qué sea eterno todo lo que Te haga bien!

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III

Suena el despertador

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Suena el despertador.

Hana no podía levantarse, sus piernas estaban adoloridas. Había pasado la noche anterior caminando por la ciudad, buscando a su hermana menor que se había escapado de la casa. Finalmente, la encontró en un parque y pasó el resto de la noche caminando a casa con ella.

Pensó en seguir durmiendo en su cama, pero sabía que su padre se preocuparía por ella, así que se levantó. Bajó lentamente por las escaleras, de manera que nadie pudiera ver lo adolorida que estaba. Vio a Haily preparando el desayuno y suspiró. Se acercó y la abrazó por la espalda.

-Eres la mejor hermana que existe en el mundo.

-Sé que estás agotada, hermana. Ayer fue un día largo para ti.

-Oh. Suelta su espalda. ¿Te enteraste?

-Es inevitable. Todo el colegio hablaba de una chica que le hacía frente a uno de los líderes.

-No es para tanto. Se sienta en la mesa.

-¿Cuéntame cómo te fue en tu primer día?

-Me sentí bien, son todos muy amigables.¡Maravilloso! Se levanta para expresar emoción, cuando siente un pequeño dolor en el pecho, que se volvía intenso al respirar.

Hana se coloca la mano en el lugar del dolor y resiste un poco.

Haily preocupada, suelta los platos y sienta a Hana en la silla.

-¿Estás bien, hermana? Déjame buscarte un poco de agua.

-Tranquila, no... No es nada. Solo es... Es un pequeño aire que agarré.

Por unos minutos se queda sentada esperando que el agudo dolor se le pasara. Así que Haily y Nonna estaban al cuidado de ella.

Después de un rato, Hana se levantó y se dirigió a la cocina en busca de algún analgésico para el dolor muscular que la aquejaba. Encontró un bote de pastillas en el cajón y se tomó dos, esperando que le hicieran efecto.

Mientras tanto, cerró los ojos y comenzó a pensar en aquello que le traía paz. "Imagina el mar, sus sonidos que tranquilizan", se repetía una y otra vez, tratando de relajarse y olvidar el dolor que la aquejaba.

Después de una hora, finalmente todo estaba pasando, se levantó del piso, se lavó el rostro para quitar el sudor que todo le había provocado y fue a su habitación a cambiarse para ir al colegio.

Caminó lo más rápido que pudo para llegar a tiempo a la primera clase, tratando de no agitarse para no despertar de nuevo ese horrible dolor. Luego de veinte minutos, llegó al colegio y apenas entró, todas las miradas estaban de nuevo sobre ella. Estaban a la expectativa de las nuevas órdenes del líder.

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