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Arrojar a la reina a tal pecado; significa traición.

Pensamientos de infancia se recrean en mi subconsciente; mucho antes de llegar a este orfanato había estado en los brazos de una mujer, es posible que sean de mi progenitora, fríos brazos me sostenían buscando entregarme el calor que ella no podía...

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Pensamientos de infancia se recrean en mi subconsciente; mucho antes de llegar a este orfanato había estado en los brazos de una mujer, es posible que sean de mi progenitora, fríos brazos me sostenían buscando entregarme el calor que ella no podía depositar en mi fina y delicada piel. A pesar de ello, lo sentía, su ímpetu, su valor, su amor, su insistencia en querer mantenerme a salvo, tras mecerme en su cuerpo cantando una dulce melodía, un cristal estalló oscureciendo el lienzo.

Haciéndome despertar en la pesadilla.

—¡Johanna!—alguien removía bruscamente mi cuerpo—¡Hanna!—mis párpados abren sus puertas intentando no mostrar mi frustración, de suerte que es logrado, después de todo, mantener las apariencias en este lugar es de vital importancia.

Encuentro con mis cuencas granates el cercano rostro de la muchacha de cabellos zanahoria, la cual parece analizar mis expresiones, no es consciente de cuanto me molesta apoyando todo su peso encima de la mitad de mi anatomía.

—Buenos días Emma.—sonrió falsamente, esta chica es molesta por las mañanas.

—¡Buenos días, Hanna!—injusticia, despotismo su sonrisa, irradiando diariamente con afectividad, provocando que mi frío corazón en un instante se caliente—vístete rápido, tenemos que ayudar a los pequeños a colocar la mesa. ¡Además te has quedado dormida, ya son las seis y media!

—¿Tenemos?—pregunto conociendo sus intenciones, va a disuadirme para que preste mi apoyo en sus labores de nuevo—¿te recuerdo que es tu turno hoy?—hago a un lado la sabana blanca, notando el frío mañanero, un sonido interfiere en mi movimiento, sus dos manos están unida solicitando mi ayuda, tras un segundo exhalo, siempre va a su propio ritmo provocando que todos acepten sus peticiones.

—¡Por favor! ¡Eres realmente buena guiando a los niños!—separo mi cuerpo de la cama de metal para acercarme al armario, debo vestirme o llegaré tarde a mis labores.

—Está bien, tómalo como compensación de haberme despertado—le digo sin mirar su persona siquiera— deja que me arregle, ve yendo.—veo su reflejo sonriente en el espejo del armario.

—¡Eres la mejor!—Emma alza sus manos “expresando su amor” hacia mí—¡te quiero!—asiento moviendo mi mano, sin darle importancia a lo que ella ríe entre dientes.

—Sí, sí, ve pelota.—tras contestar, su figura desaparece del dormitorio, aunque aún puedo escuchar sus pisadas, suspiro una vez más para buscar mi ropa interior, medias, blusa y falda blanca, la indumentaria del orfanato. Me sorprende que el uniforme no sea oscuro, de esa forma el ganado no mancillaría estas telas puras, sin embargo los tejidos son primorosos, de alta gama. 

Cierro el armario viéndome reflejada en el espejo, debo cepillar mi cabello, al ser tan largo es complicado de desenmarañar, grandes nudos marrones se forman en la parte trasera de mi cabeza, todo lo contrario a mi fleco que se mantiene completamente intacto, aunque bueno el resultado es satisfactorio, ya que consigo un hermoso y sedoso cabello liso. Recuerdo que cuando era más pequeña esa mujer siempre los cepillaba por mí, no puedo permitir que eso se repita de nuevo, no recibiré nada de ella. 

Johanna - The Promised Neverland (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora