Nuestra efímera existencia no parece nada, absolutamente ''nada''. Hemos emergido en un punto ciego e inhóspito, alardeando en el todo, y a la vez en la ''nada''. Nos vemos muy temprano al espejo, y apenas si nos conocemos, tenemos esa duda que refleja nuestra singularidad amorfa y uniforme. Nuestro tiempo allá afuera es minusculo, es efímero. En la vastedad y la envergadura del cosmos, nuestro sitio en el yace, no somos más que un grano de sal refinada, una partícula, un organismo unicelular, somos sólo un nanosegundo, somos como las pequeñas hormigas obreras que pasan desapercibidas ante nuestros ojos, olvidadas, sin importancia. Nuestra existencia es así, lo mejor para unos cuantos, lo desapercibido y sin importancia para otros.
Emergimos dentro, y directamente sobre unos 13,700 millones de años, y nuestra vida es tan limitada, tan sencilla, y aun así reflejamos un nihilismo ''bruto'' ante la existencia misma. Somos seres vagos, desconsiderados y torpes, no nos interesa lo más mínimo el por venir, no nos interesa contemplar el crepusculo, la luna llena, las incadencentes estrellas, que titubean con claridad hacia un futuro incierto donde en algún momento, detonarán. Un puñado de jóvenes y veteranas, unas yacen en la inmensidad, otras emergen entre la materia, y el polvo estelar.
Nuestras tasas de natalidad y defunción son iguales, en occidente, un hombre es fríamente asesinado, muere de cáncer, olvidado por los viejos colegas, siendo una carga para sus allegados, mientras tanto, en oriente, nace un pequeño, un pequeño prodigio para la sanidad del mañana, ¿qué será de él?Una estrella roja muere, yace en la lejanía. Pero en ese mismo instante, emerge otra enorme color azul, en algún rincón del universo desconocido, ese rincón que nuestro nihilismo obsceno nos ha vedado, gracias a la espuria y las falacias de nuestra soledad concisa.
La existencia del hombre es emular el ciclo de las estrellas, todo se pierde cuando se muere, cuando el cuerpo no sirve, cuando la carne pertenece a los residuales. Recuerdo haber escuchado, ''no moriremos hasta que nos olviden'' Si esa frase conmovedora es cierta, tendremos una existencia garantizada, siempre y cuando no nos olviden, no moriremos tan fácilmente, nuestra huella en la tierra seguirá plasmada allí, en la mente, y los recuerdos de un buen compañero de viaje.
¿cuántos hombres salen de la burbuja del opio para adorar las estrellas que suavizan la oscuridad de la noche? ¿cuántos hombres logran deleitarse con el sol anaranjado ocultándose entre las montañas? Nuestra vida es tan corta en este enorme espacio, hacemos muchas cosas a la vez, tomamos mucho, y pocos son los resultados, la magia en nuestro entorno presenta esa homogeneidad y su contrariedad, la heterogeneidad, estas son las que nos representan como seres bárbaros, pasivos, malvados, buenos, estoicos y egoístas.
Al menos eso pensaba yo, en una mañana insólita de febrero. Mi rutina había cesado ya hace unas tres horas, eran las diez de la mañana, tenía sueño, había laborado durante unas doce horas, mis nervios estaban en el punto más frágil, sólo deseaba con desesperación poder ir dormir. Me recosté en cama con mucha cólera, estaba estresado, quería solamente descansar de lo agobiante que era la rutina diaria, no era nada sencillo tratar de ir a dormir con la luz que penetraba la ventana de las espurias y las absurdas actividades diarias. ¿qué importaba realmente? Mis ánimos y deseos ya sólo eran parte de un pasado imperfecto y desdichado. Entonces, sólo entonces, quería cerrar los ojos y disfrutar de las horas que disponía para descansar.
Tomé mi celular y decidí escuchar algunos nocturnos del repertorio de Frédéric Chopin, mi pianista favorito, para poder disfrutar del sueño mientras me ahogaba entre sus dulces pasajes. Entonces fue así, después de algunos cromáticos y arpegios de Si bemol, comenzaba a acariciar el nirvana y el sueño temporal, cuando de repente logro escuchar los golpes y jalones desesperados de los vecinos ingratos que discutían, logré entender que discutían por dinero, celos, y cientos de tonterías más. De esa forma arruinaron el sueño que deseaba atender lo antes posible, tomé mi almohada y cubrí con desesperación y enojo mis orejas para eludir el detestable ruido que emanaban sus despreciables voces. Todo fue en vano, permanecí con los gestos de frustración hasta las doce de la tarde, con rabia, sueño y cansancio.
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El Ermitaño de Saint John
Historical FictionBienvenido, te invito a leer mi segundo libro, El Ermitaño de Saint John, donde Gaspar describe las adversidades y sus previas diligencias vitales, donde alude al pesimismo y absurdo diario, ¿logrará él comprender el significado de la vida? Te invit...