y cuando no estás, te echo de menos porque estás en todos lados. te hallo en el dorso del disco de música por el cual te invitaría a bailar una canción, estás encapsulada en cada una de las entonaciones de la voz cómplice de mis augurios; estás de repente sonriéndome desde el agua, mansa y que crea compases, calentándose a fuego lento (porque tu tacto es fuego y mi cuerpo, papel que se consume tras tus toquecitos febriles). y cuando no estás te encuentro en la textura de las sudaderas que determinas tú son una conjugación tramposa a fin de arreglármelas para sacar a relucir ésa diferencia numérica en unidad de centímetros que nos separa, todavía puedo escuchar tu risilla abrazada a un «me queda enorme, amor». y cuando no estás te denomino atrapada en la ausencia de la cual son propios mis labios, burdamente se abren y cierran quizás intentando atrapar en el aire aquello que has dejado atrás, la comprobación física de que te has marchado. y cuando no estás, el sentido abandona la acción de dormir la siesta, el motivo recayendo en la falta de calor porque tus pies no están entrelazándose con los míos mientras tanto tú y yo nos debatimos en una guerra de besos cuyo ganador se quedará con el territorio de la boca ajena. y cuando no estás algún objeto se las ingenia para cobrar vida y ocasionando que me dé cuenta de lo siguiente: ya no es el oxígeno lo que me impulsa a seguir, eres tú.