Prólogo

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 Los vampiros no eran considerados amigables

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Los vampiros no eran considerados amigables. En las películas y los libros, usualmente serían presentados como Condes que vivían en un dudoso castillo y que se alimentaban de la sangre humana sin atisbo de emoción, dejándolos secos hasta la muerte. Bastante cruel y frío.

Después, las nuevas generaciones los convirtieron en objetos sexuales, donde los vampiros eran sensuales y misteriosas criaturas de la oscuridad. Y así, repentinamente, un mordisco en el cuello pasó de ser un acto mortal, a ser simplemente una muestra de lo sexy que eran.

Jungkook sólo sabía una cosa acerca de ser vampiro. Tenía hambre. Ah, y era muy difícil arreglarse por las mañanas sin un reflejo.

Vivía a las afueras de la ciudad; en un bosque, para ser exactos. Los vampiros, tradicionalmente se dividían en distritos, pero él jamás había llegado a estar en uno. Prefería una vida solitaria y segura, a la que ya estaba acostumbrado, que estar en un sitio apartado de lo que conocía.

Los vampiros eran inmortales, probablemente una de las razones por las que los humanos los aborrecían tanto. Jungkook era un vampiro joven. Había sido abandonado por su familia, y sin saber el porqué, se vio obligado a sobrevivir solo. Fue difícil, mas no imposible.

Aún así, no podía evitar preguntarse, qué circunstancias habían empujado a su familia a dejarlo atrás, y qué habría ocurrido si no lo hubieran hecho. Odiaba hallarse a sí mismo cuestionándose tales cosas, sobre todo porque sabía que jamás recibiría una respuesta, no importaba cuánto lo deseara.

Una noche, durante su cacería, un lobo aulló. Bajo los haces de luz blanca que emitía la luna y que bañaban el bosque con claridad, Jungkook se dirigió hacia el lugar de origen de aquel ruido. Hacía tiempo que no comía tan bien. No obstante, cuando llegó, no habían lobos. En cambio, halló una criatura pequeña y lampiña, llorando, envuelta en un paño azul, que se hurgaba la nariz con uno de sus diminutos deditos.

Jungkook se encuclilló a su lado para verle más de cerca y el ser calló.

—Ah— Jungkook se inclinó para cerciorarse de si en realidad estaba en silencio—. Creo que lo rompí.

Una de las manitas del pequeño se levantó y agarró la nariz del vampiro.

—Ay, ay—Jungkook cerró los ojos, para luego abrirlos con sorpresa. Eso no había dolido—. Eres muy débil. No eres un vampiro ¿o sí?

—Papa— habló el pequeño.

—¿Mm? ¿Eres una papa?— El pequeño volvió a apretar su nariz—. Auch. Oye, para de hacer eso.

Frunció el ceño y el pequeño empezó a llorar otra vez. Vaya, qué chillón. Lo tomó en sus manos descuidadamente y lo alzó en el aire, estudiándolo —desde su cabello fino hasta sus patitas redondas—, y lo olfateó.

—Ew, hueles muy mal.

—¡Papa!

Las mejillas rojas del pequeño eran regordetas, tanto que hacían que sus ojos se vieran del porte de un maní. Jungkook pellizcó su mejilla derecha y el pequeño rió.

—Eres un poco bipolar ¿no te parece?

Susurró, antes de situar al pequeño sobre la tierra nuevamente. Lo acomodó, mientras que le veía chuparse el dedo con los ojitos cerrados. No podía beber su sangre, demasiado indefenso y maloliente para su gusto. Se levantó, dispuesto a continuar su búsqueda de alimento, cuando otro lobo aulló.

Se mantuvo inmóvil, procurando no alejarse demasiado del pequeño, y una tenebrosa idea cruzó su mente. "Los lobos no tendrán compasión contigo". Observó a la criatura de cachetes regordetes con detención.

Jamás había compartido su hogar. Ni siquiera había tenido mascotas a lo largo de su vida. Traer al pequeño a su casa, sería un error del que no podría deshacerse hasta que llegara la hora de su muerte. Jungkook era consciente de que la mejor decisión sería abandonarlo donde lo había encontrado. Era lo menos dañino, para ambos.

Bueno, al menos para él.

—Papa— murmuró el pequeño, estirando sus bracitos hacia él. Jungkook suspiró con cansancio, para luego agacharse a recogerlo.

—Me voy a arrepentir de esto, ¿no es así?

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¡Boo!

¡Vamp, Kookie! •• KOOKTAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora