"Él"

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Las experiencias de secundaria suelen destacarse. De alguna manera recordamos muchos de ellos.

A principios de la misma, cada uno se llenaba de dudas y sentimientos que difícilmente podrían controlar ¡Era tan frustrante! Al menos para Urata, si de niño podía confundir su cariño, a esa edad ya no le era posible. La necesidad de tener más cercanía con el pelirrojo le estaba dominando. Y probablemente eso era lo que más le molestaba.

Por otro lado Sakata aceptaba más sus emociones, pensaba abiertamente sobre sus impresiones, y parecía bastante feliz al sólo tenerlo cerca.

Esa era la situación a sus edades de catorce y quince años.

[...🍀...]

Un año después, un día tan normal como siempre, se dió la ocasión de declararse.

Sakata lo dijo sin vergüenza, tal vez algo dudoso, pero se veía firme mientras le sonreía luego de sus palabras. Por otro lado el castaño también deseaba que fuera algo más. Y así empezaron su dulce relación.

Urata se resignó a abrazar a Sakata por el cuello, era vergonzoso tener que ponerse de puntillas, es decir, Sakata ni siquiera era tan alto.

Su primer beso no tardó demasiado, fue algo tímido al principio, pero finalmente acabó mágicamente.

Ese día también pasó como otros, un impulso llegó al cuerpo del castaño y terminó por unir sus labios con el pelirrojo, quién enternecido aceptó gustoso.

Fue difícil mantener el equilibrio y el aire mientras lo besaba, fue difícil, ser pequeño era agotador.

Otra ocasión se dió cuando descansaban en el hogar de Sakata, listos para acurrucarse entre las sábanas juntos, les hacía falta otra cobija por el intenso frío de esa noche.

-Están en ese mueble— le indicó, maldecía el momento en el que le dijo a su amado que se adelantara a recostarse.

Estiró su brazo, no lo logró.
Saltó, no lo logró.
Las puntillas tampoco sirvieron.

Y en tal situación, una vena sobresalió de su cabeza, y terminó enfadado.

¡Tch, parece que compraste esta cosa pensando en que te robarían las mantas!

Ese día duró unas dos horas en convencer a Urata que no dormiría en el sofá, era un cabeza dura, eso pensaba, pero sabía que una de sus mejores armas ante él era insistir, por lo que su disputa terminó con cansancio, y a altas horas de la noche sintió los brazos y piernas de su pareja rodearlo.

Aunque si bien para Urata en un principio le parecía molesto, fue sintiéndose a gusto por ello.
Sakata por otro lado, cada vez que le veía en tales situación se le derretía el corazón. Para él, era simplemente encantador.

[...🍀...]

—¡Te estoy hablando!— gritó  el castaño—. Diablos, sólo estas mirando, ya dos tipos se han burlado de mí— estaba de puntillas—. ¡No puedo tomar las galletas! ¡Le pedí ayuda a una chica por tu culpa! ¿Sabes qué hizo? ¡Se rió!— con el ceño fruncido cruzó los brazos.

Después de captar adecuadamente la situación se acercó hacía el estante y tomó aquel paquete de galletas de canela, las ofreció a su novio con una sonrisa y una disculpa, y este aceptó de mala gana.

Terminaron con algunas compras más y salieron del supermercado, con un tremendo frío golpeando sus cuerpos.

—Wa— temblaba el pequeño.

—¿Quieres mi abrigo?

—No, estoy bien— se preguntaba si seguía enojado por lo anterior—. Además, si te resfrías será un problema— suspiró.

—¿Me harías la cena de nuevo~?— preguntó con ilusión.

—Pff, cállate— rió—. Lo estaba pensando, pero como bromeas sobre eso ahora no— burlón, le sacó la lengua.

—¡No es justo!

[…]

Ambos entraron a la casa, cerrando inmediatamente la puerta.

No había nada que hacer, Sakata le entregó a su pareja, el cual estaba en el sillón, una taza de chocolate caliente, y en silencio mataron el tiempo poco a poco.

Cierto castaño se puso extrañamente cariñoso, se acercó a Sakata e intentaba comunicarse por miradas y pucheros, y este último de alguna manera podía comprender tales cosas.

—Esto es un poco inusual— sonrió suavemente y plantó un inocente beso en sus labios—. Bueno, no es como si me desagradara— Urata le restregaba su cabecita y jugueteaba con él.
Entre mimos y palabras terminaron por ir a dormir. Antes de perderse en sueños tenían la costumbre de apagar las luces y verse a los ojos por unos minutos.
Pero ese día, ese día había una sorpresa bastante especial.

Sus preciosas esmeraldas le penetraban en su intensa mirada, sus mares rojos parecían no poder con el amor que estaba concentrado en ellas. En medio de la luz creada por la luna, estrellas, y el silencio, rey del momento, sus manos estaban entrelazadas, chocando aquellos anillos que probablemente eran el detalle más importante de ese día.

Tenían expresiones concentradas, no parecían interesados en nada más particularmente que observarse. Con sus otras manos desocupadas, acunaron el rostro del contrario, y se perdieron en ello por lo que sintieron, mucho tiempo.

Que hermoso, que hermoso, que hermoso.

—Creo que me e enamorado más de ti.

Sí, claro, como si eso fuera posible.

[…🍀…]

Gracias por leer. 💓

''Puntillas''[UraSaka] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora