Un solitario chico de unos 16 años, que al parecer cree ser bueno en todo, estaba por las calles de una ciudad destrozada y sucia, por culpa del apocalipsis. Uno de esos días apareció de la nada un pequeño de su misma edad que se hacía llamar "El pe...
Desperté de repente por un golpe fuerte en la cara, me quejé y me senté. Fue ahí cuando caí en cuenta de que había sido Hinata quien me dio ese golpe.
Él estaba dormido profundamente, con un sonrojo no muy notable en las mejillas, y sonriendo mientras babeaba.
-Hm... Helado....-
-(Ah... Está soñando en comer)-
Me levanté sin hacer mucho ruido, revisé las cajas en donde supuestamente estaba la comida, era enlatada, pero al fin de al cabo nos servía.
-Hm... Bueno... ¿Y con qué lo abro?...-
-Hm...Zzz...- Este se quejó y se acomodó al otro lado. Pude ver que del bolsillo de su pantalón sobresalía una navaja.
-La tomaré prestada.-
Me acerqué a él sigilosamente y le quité con sumo cuidado la pequeña navaja que tenía.
-Uff... ¿Hm?-
Observé con curiosidad esa navaja, era una azul añil brillante, afilada y con muchas más herramientas. En el mango de esta estaba grabado su nombre, «Hinata».
Aquella navaja me resultaba familiar. Como si...ya lo hubiera utilizado antes...
-Esta cosa... Ya lo vi antes en alguna parte...-
-Zzz...Hm...- el chico medio dormido se despertó y bostezó ruidosamente.
-Hmm...vaya que bien he dormi....¿¡Qué haces con eso!?..._
-¡Ah!... Perdón solo estaba...-
El chico de los pelos algo rizados se levantó y se dirigió rápidamente hacia mí quitándome la navaja de inmediato, provocando que me cortara un poco.
-¿Nunca te han dicho que no debes coger las cosas de otros sin permiso?- me dijo con una mirada fría.
-Perdón, solo la tomé prestada para abrir la lata.-
-Me hubieras avisado an... ¡Estás sangrando!.-
-Ah sí... Ha sido cuando me quitaste la-
-Aah...¡¡L-lo siento!! Me alteré muchísimo, voy a por unas vendas. Espera, ahora las traigo.-
Hinata empezó a buscar por las cajas, tropezó y se levantó inmediatamente para seguir buscando... Me pareció muy tierno...
-¡Ah! ¡Aquí están!... A ver, extiende tu mano.-
Dijo mientras se acercaba a mí. Su cara de concentración al vendarme me causaba un poco de gracia, su lengua afuera, ceño fruncido y temblaba un poco de los nervios.
-Perdóname... De verdad... Esa navaja es muy importante para mí, me disculpo si me alteré.-
-No pasa nada, también es mi culpa por tomar las cosas sin preguntar.-
Terminó de vendarme y me miró a los ojos de cerca. Su mirada alegre y risueña... Ya no estaba... En su lugar, tenía una de tristeza y también apagada.
Se alejó y volvió a su actitud de siempre.
-Ah... Sí... Gracias por lo de ayer, me salvaste la vida...-
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