Capítulo 2

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La Torre Pokémon

Apenas son las cuatro de la mañana del martes, el segundo día de la Semana de la Muerte. Una joven de largos cabellos negros, acompañada de un Weavile y un chico de su misma edad, pasea cerca de la Torre Pokémon. Ambos llevan ropas similares, más bien unos extraños uniformes, aunque el color los diferencia: el vestido de ella es negro como su cabellos, mientras que el traje de él es marrón. 

-¿Estás seguro de que es aquí, Antonio?-pregunta la joven, deteniéndose al fin en frente de las puertas del edificio.

-Estoy seguro-responde él-Según la leyenda, lo que buscamos está aquí dentro.

El Weavile, que hasta el momento había caminado junto a la que es su entrenadora, se separa de ambos chicos para acercarse aún más a la torre.

-Espera-el joven detiene a su compañera antes de que de un solo paso, siguiendo a su Pokémon-La leyenda también cuenta que si entramos sobre estas fechas estaremos malditos de por vida.

La joven no responde. Ni siquiera se molesta en detenerse a mirar a su compañero. 

-¿Vienes o no?-es lo único que dice.

Un estornudo es provocado por las cosquillas que su Minccino le hace en la cara con la cola, haciéndola despertar de su sueño. Mira su reloj: las seis de la mañana. Ya va siendo hora de levantarse para poder desayunar en el hotel y salir pronto hasta Pueblo Lavanda, donde tiene pensado pasar el día. 

Se levanta de la cama, se viste y, seguida por Griso, baja hasta el comedor para tomar su desayuno. Una vez terminado, sale en dirección a su destino. Viaja a pie, pues la distancia apenas es de un cuarto de hora caminando, y tan solo se debe cruzar la Ruta 8.

Intentando evitar a diversos entrenadores en busca de pelea, logra llegar hasta el pueblo.

-¡Al fin, Pueblo Lavanda!-se alegra ella, caminando entre la multitud de gente que pasea por las calles. Enseguida se fija en la enorme torre que se alza al norte del pueblo-Y esa debe de ser la Torre Pokémon... Venga, ¡es lo primero que quiero ver!

Caminando a pasos largos, y con su Minccino subido al hombro, Gray se dirige hasta la entrada del cementerio, donde encuentra una gran cantidad de velas. Extrañada, se hace paso entre ellas: junto a cada una hay, grabado en el suelo, un nombre, acompañado de flores y alguna que otra fotografía.

-Han sido puestas en honor a Noctenebris y los Pokémon enterrados en la torre, para que cuide de sus almas-le explica un anciano, que hasta ahora se encontraba rezando frente a una de las velas. Gray se acerca para fijarse mejor: junto a la tenue luz, grabado en el suelo, se encuentra el nombre de “Doody”, y la foto de un Dooduo junto a aquél señor, que para entonces se veía más joven.

-Ese Dooduo... ¿Era suyo, señor?

El anciano asiente y la mira a los ojos.

-Pero no es necesario que te preocupes... ya hace tiempo que perdí a ese Pokémon. Ahora su alma es guardada por la hija de Arceus. Y por favor, llámame Fuji.

-Está bien señor... Fuji.

La amabilidad de las palabras de aquél hombre al que apenas conocía la extrañan un poco.

Gray clava la vista en lo más alto de la torre. Algo en su interior la hace sentir incómoda, y no por estar frente a un cementerio Pokémon, exactamente. De repente, el tiempo se detiene, y los colores desaparecen, dejando todo inmóvil, en silencio, y en blanco y negro. Todo menos a ella. 

La joven se gira a ver al anciano y luego a Griso. Después al resto del pueblo. Tan solo las llamas de las velas muestran algún tipo de movimiento o color.

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⏰ Última actualización: Aug 30, 2014 ⏰

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Hijos de Arceus: Vida y MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora