Experimento

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El azabache caminaba a paso tranquilo por los pasillos del cuartel, el eco resonaba por todas partes a un ritmo cronometrado, casi parecía hecho a propósito. En sus manos llevaba unos papeles, los mismos tenían anotaciones a cerca de las pruebas que habían estado realizando en Eren. Allí se encontraban todos los resultados, reacciones y otros datos que consideraban importantes a tener en cuenta.

Al cabo de unos instantes, llegó a las escaleras que daban al sótano, pero éstas no eran las de la celda del castaño, sino las del laboratorio donde realizaban los experimentos. Bajó por los escalones, el eco continuaba resonando en cada paso que daba, aún mantenía su ritmo... Tap... Tap... Tap... Un tempo pausado, pero fuerte.

A pocos metros, la puerta se hallaba al final del corto pasillo, por lo que fue sacando las llaves de su bolsillo para abrirla una vez llegó hasta ella.

Al estar dentro, dirigió la mirada hacia el menor quien se encontraba recargado sobre la mesa. A su alrededor había un sinfín de frascos con hierbas, pastillas y diferentes líquidos de colores variados. Algunos eran transparentes como el agua, otros, rojos como la sangre, incluso habían unos de color azul y verde, los cuales ni siquiera el pelinegro se atrevía a inspeccionar para saber de qué estaban hechos.

Arrugó la nariz ligeramente, el olor de los medicamentos le resultaba asqueroso, se sentía como si estuviese en la habitación de un médico, aunque el cuarto se veía incluso peor ya que estaba desordenado. Maldijo el momento en que aceptó ir a ver a Eren por pedido de Hanji, seguramente la regañaría luego por tener el laboratorio hecho un desastre.

El mayor dejó los papeles en un escritorio aparte, se acercó al muchacho de ojos amarillos, tomó su muñeca izquierda, la cual tenía conectada una aguja que pasaba constantemente una sustancia transparente a una de sus venas. Sus ojos se fijaron en el chico, encontrándose con la mirada semi perdida del mismo, al parecer, no lograba enfocar lo suficiente como para saber quién sujetaba su mano en ese momento.

-Eren. -

La voz del capitán reveló la identidad de aquella figura borrosa para el castaño, no obstante, él no respondió. Estaba muy cansado como para querer decir algo, incluso si su mente formulaba siquiera una sola palabra, su boca no parecía hacer caso a la orden de pronunciarla.

-Eren. -

Repitió el azabache al no recibir ningún tipo de señal como respuesta. Le observó detenidamente, mirada perdida y cansada, labios agrietados, lengua seca, las puntas de sus dedos sangraban un poco, uñas quebradas, seguramente por haber rasguñado la mesa pues habían marcas en la madera. Su estado era desastroso, hasta llegaba a darle pena al mayor. En esos momentos se preguntaba si Eren había imaginado que esa sería su función estando a disposición de la Legión de reconocimiento, el lugar por el cual tanto había dado para formar parte.

-Responde si puedes oírme, Eren. -

Alzó su tono de voz, incluso se podía notar cierta rudeza en él, sin embargo, no era la intención del pelinegro. La mirada del menor pareció tratar de enfocar para verle, esa fue la primera reacción que el capitán pudo contemplar desde que había entrado al laboratorio.

-He... Hei... Chou... -

Finalmente, recibió una respuesta por parte del castaño, lamentable, pero al menos había dicho algo.

-Pudiste reconocerme. -

Le sorprendía en cierto modo ya que sus ojos no parecían funcionar como correspondía. El muchacho asintió débilmente, podía moverse un poco aún.

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