Capítulo 1.
A finales del invierno de mi decimoséptimo año, mi madre Mikoto decidió que yo estaba deprimido, probablemente porque rara vez dejaba la casa, pasaba la mayoría de mi tiempo en cama, leía el mismo libro una y otra vez, y comía infrecuentemente. Oh y por supuesto, dedicaba una parte de mi tiempo a hablar de la muerte.
Cada vez que leas un libro o una página web sobre el cáncer, o lo que sea, siempre la depresión está inslistada entre los efectos colaterales del cáncer. La depresión no es un efecto colateral del cáncer. La depresión es un efecto colateral de estar muriéndose. El cáncer también es un efecto colateral de morir. Casi todo lo es, de hecho. Pero mi mamá creía que requería tratamiento, así que me llevó con mi médico de cabecera, quien estuvo de acuerdo en que estaba navegando en una paralizante y completamente clínica depresión, y, que por lo tanto, mis medicinas se debían ajustar y también debería asistir a un grupo de apoyo semanal.
El grupo de apoyo, por supuesto, era tan deprimente como el infierno. Se reunían todos los miércoles en el sótano de una amurallada Iglesia Episcopal en forma de cruz. Todos nos sentábamos en círculos, justo en el medio de la cruz, donde las dos tablas se encuentran, donde estaría el corazón de Jesús.
Noté esto porque Iruka, el líder del grupo de apoyo y la única persona por encima de los dieciocho años en el recinto, hablaba del corazón de Jesús cada bendita reunión; todo sobre como nosotros, jóvenes sobrevivientes del cáncer, estábamos sentados justo en el precioso y sagrado corazón de Jesús y lo que sea.
Luego nos presentamos: Nombre. Edad. Diagnóstico. Y como estábamos hoy. Por supuesto que fui uno de los primeros en presentarse. Porque, ¿por qué no? ¿por qué no preguntarle al que parece mas fastidiado?
—Soy Sasuke. Dieciséis. Al principio tiroides, pero con unas impresionantes y duraderas colonias satélites asentadas en mis pulmones. Y estoy bien. (Si olvidamos el cáncer, por supuesto).
Una vez que estábamos alrededor del círculo, Iruka siempre preguntaba si alguien quería compartir. Y entonces comenzaba el tonto círculo de apoyo: todo el mundo hablando de luchar, y batallar y ganar y encogerse y explorarse. Para ser justos con Iruka, no dejaba de hablar sobre la muerte, también.
La única faceta redencetora del grupo de apoyo, fue este chico llamado Sai; cara larga, flaco, con cabello liso y pálido.
Sus ojos eran el problema. Tenía un cáncer en el ojo increíblemente improbable. Uno de sus ojos le había sido cortado cuando era niño, y ahora llevaba un tipo de gafas de cristales gruesos que básicamente hacían ver sus ojos, tanto el real como el de vidrio, exageradamente grandes. Básicamente, como si su cabeza solo fuera eso.
Sai y yo nos comunicábamos casi exclusivamente a través de suspiros. Cada vez que discute las dietas contra el cáncer o hasta inhalar tierra de la aleta de un tiburón, o lo que sea, me echaba un vistazo y suspiraba muy ligeramente. Yo sacudía la cabeza microscópicamente y exhalaba en respuesta.
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"Metaphors" SasuNaru.
FanfictionPese al milagro médico de reducción de tumor que le ha comprado unos cuantos años, Sasuke nunca ha sido otra cosa que un paciente terminal, su último capítulo inscrito en su diagnóstico. Pero cuando un maravilloso giro inesperado llamado Naruto Wate...