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Alicia despertó, miró a sus lados y se encontró con el siniestro gato morado de curiosas sonrisas.
- Cheshire, ¿qué haces aquí? ¿dónde está el conejo blanco?- dijo la pequeña niña adormilada.
- Alicia, ¿quién es ese tal Cheshire? ¿de qué conejo hablas?- respondió el gato.
Alicia lo miró extrañada y sintió una gran presión en sus hombros.
- Alicia, ¿Alicia?, ¡Alicia!...
Las voces retumbaban en su cabeza, se asimilaban a otra persona, no exactamente a la del gato con el que pensaba que compartía algunas palabras con ella. A la vez que las extrañas voces, la presión en sus hombros se hacía cada vez más notable, sentía un gran agarre. Estaba sudando, la sangre corría rápidamente por sus venas, el dolor en sus hombros se hacía cada vez mayor mientras escuchaba las voces. Con miedo volvió a abrir los ojos, miró hacia el reloj colgado en la pared, la hora del té, agachó la mirada y en una pequeña mesa, color blanco, vio a un hombre de cabellos rojos, vestido con una bata blanca con una pequeña liebre de Marzo bordada en ella, además de las letras que componían su nombre, Terrence, había oído ese nombre en alguna parte. Más tarde se dio cuenta de donde estaba, una gran habitación extrañamente blanca. El hombre se acercó a la pequeña. Ella, inconscientemente, abrazó al peluche que tenía en sus manos, una reina con vestimenta roja y negra, además del corazón en la punta de su cetro, estaba segura de que la había visto. Terrence le habló,
- Me has asustado Alicia, pensaba que no te despertarías.
¿Despertar?, ¿Cuándo?, entonces otra voz distinta a la anterior, le dijo unas palabras que quedaron grabadas en la mente de la niña.
- Lo peor es que crees que tienes tiempo.
¿Tiempo?, Alicia saltó de la cama y corrió hacia la puerta para salir de la habitación. Lo consiguió, pero lo que vio fue peor, dos personas hablando con una mujer pálida de cabellos largos y blancos. A simple vista parecía una reina. Esa pareja hablaba de abandonar a su hija, cuyo nombre no habían nombrado. Aquella hermosa mujer se acercó a la pequeña.
- Hola princesa, ¿has despertado bien?
De pronto escuchó unos gritos y varios sollozos de lo que parecían ser unos niños. Alicia se acercó a la puerta dónde estaba escrito: " Los gemelos Tararí y Tarará"
- Alicia, toma este jarabe y vuelve a dormir.
Alicia observó el frasco, "Drink me" decían, por sus estudios supo que se refería literalmente a que se lo bebiera, y tan solo con una pequeña gota en sus labios se sintió incluso más pequeñita que antes. Volvió a la habitación, el hombre de cabellos rojos entendió que estaba cansada y le dio una cajita, y en ella, unas galletas, " eat me", " cómeme", mordió y se durmió lentamente, soñó con varias flores supuestamente vivas. Pero en menos de 1 minuto se dio cuenta de lo que realmente había pasado. Los gemelos eran su subconsciente, lo bueno y lo malo, la mujer pálida, tan hermosa como la luna, era su ángel de la guarda; esa pareja, sus padres, la habían abandonado; el gato morado, la parte misteriosa y tenebrosa de su corazón; aquel Terrence, su "amigo"; la reina roja, sus prohibiciones; la liebre, su parte "feliz", o lo que ella entendía como felicidad; el jarabe, las galletas, las drogas y pastillas que se supone que la ayudarían. Sí, estaba loca, en un manicomnio, pero...que nadie se olvide de que el conejo siempre le advirtió, y tenía razón. Alicia, nunca más despertó, ya había descubierto la verdad.






La hora del té

La hora del téDonde viven las historias. Descúbrelo ahora