- "Algunos beben, otros fuman,
Unos tantos se drogan...
Y hay quienes se enamoran.
Cada quien se mata a su manera"
Cuando Casey Gray, la chica más sexy del campus, había aceptado tener una cita con él. Barry tendría que haber sospechado que algo andaba mal.
No es que careciera de encanto físico. Su cabello rubio era suave y sedoso como el de su mamá, y después de la pubertad los frenillos habían dejado de ser necesarios. Si bien no podía considerarse un adonis o del tipo deportista, estaba bastante seguro de que su peso era ideal, no mucho musculo y no mucha grasa. Aunque sin duda, nunca tendría un six pack en el abdomen. A pesar de ello, no veía nada malo con su apariencia.
El problema era que no se encontraba en la cima de la pirámide social de la universidad, y las chicas como Casey Gray, solo salían con sujetos que pudieran elevar su status.
Barry sin duda no podía elevar el estatus de nadie, tenía un puesto en la banca del equipo de atletismo y un galardón al mejor ensayo de ciencias forenses, que contaba con tres cuartillas sobre la identificación de líquidos corporales por medio del gusto, y otras tres sobre el impacto de objetos contundentes en las vísceras. Todo ello respaldado por actividades empíricas.
Así que, realmente, no era una sorpresa el que lo hubieran dejado plantado. Y, tomando en cuenta que había cruzado media ciudad en metro y autobús, lo menos que podía hacer ahora era disfrutar de algún trago.
Por trago, Barry se refería a una margarita de fresa o una piña colada, nada más fuerte que aquello. Pero, al mirar alrededor se dio cuenta de que el plan de Casey Gray no era solo dejarlo plantado, sino, dejarlo plantado en uno de los lugares más horribles que Barry hubiera visto alguna vez, y había visto bastantes lugares horribles en sus prácticas de escenas del crimen.
El sitio se llamaba "Infierno" y el nombre le iba como anillo al dedo, desde la entrada, la puerta de hierro con oxido, auguraba que nadie dejaría el lugar sin llevarse, como mínimo, una dosis de tétanos. Por dentro, las cosas no mejoraban:
Roadhouse blues de The Doors, ambientaba un espacio de luces bajas. El oxígeno apenas y podía abrirse espacio entre el humo de cigarrillo. En la esquina más oscura había una mujer sobre las piernas de un hombre y por la forma en que se movía, a Barry le resultó obvio que bajo la falda de la señorita estaba sucediendo algo muy explícito.
Sonrojado, se apresuró a desviar la mirada y prácticamente corrió hacía la barra.
No había banquillos para sentarse y el bartender tenía la cara de alguien que solo ha tenido días malos desde su nacimiento y hasta la actualidad.
Aun inseguro, miró por sobre su hombro, y a pesar de la media luz pudo ver a un hombre entregándole una pistola a otro. Eso prácticamente lo convenció de salir del lugar, pero antes de que pudiera dar un solo paso, el encargado golpeó con su mano el espacio de la barra frente a él.
— ¿Qué te sirvo? —Preguntó con un marcado acento ruso.
Barry no supo que responder, sus ojos azules y temerosos, estaban puestos sobre el aterrador hombre cuyo ceño iba acentuándose más y más con cada segundo que él tardaba en responder.
— Pide tu bebida o te voy a servir un vaso de orina.
Barry parpadeó en la cúspide del asombro. ¿Era siquiera legal servir orina en un bar?
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Rojo
FanfictionBarry Allen no es el hombre más rápido vivo. En cambio, estudia ciencias forenses en la universidad, calienta la banca del equipo de atletismo y sin quererlo, ha atraído la atención de un ruso con profundos e insoldables ojos oscuros. Disclaimer y...