PRÓLOGO

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La fría mañana de aquel invierno no era nada comparado con el frio de mi corazón, sintiéndome culpable de lo que acabo hacer, siempre pensé que tenía autocontrol sobre mi cuerpo, pero por primera vez me equivoque, hubiera preferido que me clavaran mil agujas de cobre en mi ser que haber presenciado y hecho el asesinato de la persona que nunca imagine amar. Veo como las sabanas están manchadas con un rojo carmín típico de la sangre, subiendo mi vista admiro la procedencia de aquella sangre culpable de manchar las sábanas blancas de seda. Su cuello despilfarraba la exquisita bebida que me hizo caer en la tentación y atentar con su vida, siguiendo con mi cometido veo su inexplicable belleza, ahora muerta, pero aun así seguía siendo bella, a pesar de sus bolsas debajo de los ojos avellana ligeramente abiertos y su piel pálida por falta de sangre. La habitación no constaba más sino de una cama matrimonial grande de cedro, en su cabecera tenía talladas la letras amada Maili la cual su dueña yacía acostada sin vida en la cama, dos mesas de noche que hacían juego con esta, un closet antiguo estilo barroco, ventanales gigantes, los cuales no estaban proyectando luz a causa de las gigantescas cortinas color crema que hacían juego con la sabanas y un tocador con espejo grande donde reposaban sus utensilios de belleza.

Con mucho cuidado levante su cabeza haciendo que su cuello se estirara y por ende botará más sangre, rápidamente no desaproveche el tiempo y recogí un poco de aquel elixir, en un diminuto frasco , guardándolo rápidamente, pues un eco a causa de unos zapatos pesados que chirreaban sobre la hueca madera de las escaleras , de repente escuche un estruendo en la única puerta visible dando paso a un anciano enfurecido, que parecía matarme con la mirada y según lo que podía ver ahora no estaba muy alejado de la realidad en este momento.

- ¡QUE LE HISITE A MI HIJA! - me grito el turbio hombre con insinuaciones de matarme, pues en su mano izquierda llevaba consigo un filoso cuchillo de cobre, este me puso los pelos de punta, pues sabía lo que aquel utensilio era capaz de hacerme. Rápidamente me coloque de pie y en un salto esquive el feroz cuchillo

- ¡No fue mi culpa! Solo no pensaba en lo que hacía – intente disculparme, pero él enceguecido por la furia no escucha nada más que el cuchillo. Sabía que si me quedaba solo terminaría herido o peor, aunque para serme sincero no creía que nada más valiera la vida después de esto, con el dolor reprimido solo le di la última mirada de culpabilidad y arrepentimiento, porque nunca volvería a ver su fina y entusiasta sonrisa que hacía que las horas fueran segundos y los días minutos

Cuando Salí por la ventana, caí como roble después de ser cortado al suelo, corriendo hacia mi casa la cual era mi último refugio. Pero como siempre nada me sale, encuentro a mi padre con las manos cruzadas impidiéndome el paso de mi refugio el cual creo que ya no era más, me decido y me enfrento a él, mi progenitor, tenía una mirada severa hacia mí, en sus ojos irradiaba la misma furia que aquel señor que hace un momento me acababa de atacar, pero aun así me puse enfrente de él.

– sé lo que hiciste, y por esa insolencia tuya – sentí lo que iba a venir, pero ya estaba preparado.

- te costara la vida si no sales de mi propiedad ¡en este momento! Alec Ròmanock quedas desterrado de Rumania si me entero que si vuelves a pisar mis tierras estaré completamente a gusto de tener tu corazón en mi estantería – me dijo, no puedo creer que esto me esté pasando, debía sentir algo similar al dolor o al rechazo pero en vez de eso una sonrisa contraída se asomó por mi rostro, lo cual sorprendió mucho a mi padre.

– lo que desee señor Ròmanock, desde ahora usted no es mi padre y tampoco soy su hijo - Comenzó a llover de repente, algo realmente bueno para la ocasión.

Con pasos holgazanes me di la vuelta a la entrada de la propiedad, no sin antes ver la expresión de mí madre algo que realmente fue un poema para mí, ella siempre fue muy callada y esta no fue la excepción aunque para esta ves, su mirada era llena de tristeza, como si en cualquier momento colapsara de depresión. Realmente eso no me importo en el más mínimo, desde ahora mi vida sería diferente.

DOS ARMAS CONTUNDENTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora