En un cuarto de hospital, se encuentra una madre temerosa observando cómo su hija se debilita lentamente, todos sus esfuerzos por salvar a su pequeña estaban resultando en vano.
La lenta y fría enfermedad se la arrebataba sin importar lo que ella hiciera, sus ojos ya cansados de ver como caían sus lágrimas no lograban advertir lo que estaba por venir.
Un estrepitoso sonido que venía desde la planta baja del edificio, le costaba identificar el sonido que escuchaba, solo lograba oír un grito desesperado desde la recepción de la planta en la que estaba, fue cuando se acerco a la puerta de la habitación para ver lo que sucedía.
En el momento que vio como reducían a la secretaria con un arma, comprendió que no podía dar un grito de horror, porque si llegaba a hacerlo, delataría su posición, pensó en esconderse en el baño de la habitación de su hija, pero no podría esconder a su hija, las máquinas que la mantenían con vida no entrarían en ese pequeño baño, fue cuando cruzo por su mente que era lo que podría hacer, ya escuchaba los pasos de aquellos hombres acercándose, sin saber que hacer tomo el sillón y lo coloco en la puerta para hacer presión.
En su desesperación por tratar de mantener la calma y silencio dentro de ese cuarto de hospital, se recostó sobre su lado izquierdo abrazando a su pequeña esperando que todo pasara, por un segundo creyó que todo había pasado puesto que no oía los pasos de los malhechores, cuando lograba recuperar su aliento, escucha como giran la manilla de la puerta, en lo único que piensa es que es lo que quieren ese grupo de hombres, que buscarán en un hospital, mira a su hija y no logra encontrar la forma de esconderla con ella, sin desconectarla de las máquinas que la mantienen con vida.
De pronto solo opta por abrazar a su pequeña esperando que todo solo sea un mal sueño. Siente el golpe de la puerta contra el sillón que había puesto contra esta, escucha como el hombre desde afuera dice que algo obstruye el paso, y vuelve a empujar con mas fuerza esta vez, moviendo el sillón, dejando el paso libre a la habitación, no consigue el valor para levantar la cabeza y voltear a ver quién es el hombre que acaba de entrar en la habitación.
El malhechor está con su cara cubierta por un pasamontañas, es de una estatura promedio, no es fornido ni delgado, comienza a acercarse a la cama de hospital en donde se encuentran la madre y la hija recostadas, con gran cuidado de no soltar su arma, se coloca de pie al costado de aquella cama en la que permanecían la madre y la hija, se inclina hacia ellas para corroborar quienes eran, al advertir que la madre tenía consigo una pequeña conectada a unos cables que llegaban hasta un respirador mecánico vuelve a su posición original sin soltar su arma, es cuando lentamente comienza a bajar su arma y decide tomar el hombro de aquella mujer que yacía en aquella cama. Cuando roza el hombro de aquella mujer, solo escucha un susurro, a lo que pregunta de forma imperante, que es lo que sucede, y la mujer esta vez con su voz rasgada por el pánico solo logra decir, que la deje en paz ella y su hija no tienen nada de valor, que solo están ahí para que su pequeña se recupere y vuelva a ser la niña feliz que solía ser, a lo que el hombre responde, que no quieren nada de ella o su hija, que lo que realmente buscan esta en alguna parte de aquel hospital, no dice específicamente que es lo que buscan, pero que no puede dejarlas en aquella habitación que tiene que sacarlas de allí de inmediato, que en breve tiempo dejaran aquel hospital deshabitado, con su voz aun temblorosa, la mujer le dice que no puede salir de ahí sin hacerle daño a su pequeña, puesto que las maquinas que la mantienen con vida no son movibles, le implora que las deje en aquella habitación, que no hará nada, que no las delatara, sin dejar de abrazar a su hija, pues aun no conseguía mirar a aquel hombre con el que hablaba, su temor era demasiado grande para voltear a ver a aquel hombre.
El malhechor dice que no puede hacer lo que le solicita la mujer, solo le dice que le dará la posibilidad de salir de ahí, pero no puede hacer como si no la hubiese visto, sus órdenes eran claras, eliminar a cada persona que estuviese dentro del hospital. Es cuando la mujer le dice que no importa lo que suceda, jamás se alejara de su pequeña, el hombre con ojos vidriosos le dice que por favor se vaya de allí, al fin la mujer decide voltear y mirar la cara de su opreso, al ver solo un pasamontañas busca la mirada de aquel hombre, cuando por fin consigue entrelazar sus miradas se percata de lo vidrioso que estaban los ojo del hombre, evidente lo tembloroso que estaba, se notaba que no estaba cómodo allí, por última vez el bandido le pide que se vaya de allí, pero esta vez con un tono de voz mucho más firme, se notaba una determinación de tan solo oír su voz, acto seguido levanta su arma y la apunta directo a su cabeza, la mujer mira al hombre con sus ojos atiborrados de lagrimas, diciendo que no importa lo que haga, no saldrá de allí, entonces el hombre coloca el arma en la frente de la mujer diciendo que no le da más opción, al sentir el frio metal en contacto con su piel, comienza a llorar sin emitir sonido alguno, solo le pide que no le haga daño a su pequeña, mirando a los ojos a aquel hombre de ojos castaños, el malhechor coloca su dedo en el gatillo, y sin titubear jala de este, emitiendo un estruendoso sonido, el cual hizo saltar a la mujer de su asiento, abriendo sus ojos aun llorosos para darse cuenta que todo lo que había vivido era una pesadilla, o al menos, eso creyó...