Prólogo.

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Un golpe. Respiración agitada.

Había soñado otra vez lo mismo.

Aria tardó en tranquilizarse diez minutos. Después de todos esos años, seguía con lo mismo.

Nunca vió bien la cara de él. Era cómo indefinida, borrosa. No existente.

Pero él la quería. Pero ya no más; se veía a sí misma vestida de novia, y a él dejándola en el altar.

Su sueño era muy estúpido, pero la empujaba en su creencia; no creía en el amor. Creía en el cariño que dos personas consideraban amor, y ¡bum! Eran pareja.

Nunca se había enamorado. Ni besado a nadie. Era gracioso que a su edad fuese así; las de su clase no eran vírgenes si quiera.

Pero sí amaba algo, eran sus tatuajes. Sus dibujos en piel, mostrando una historia. La suya.

Aria se durmió de nuevo pensando en su madre.

Pero, tenía un buen sentimiento.

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