El sol empezaba a iluminar el cielo a través de las nubes. Algunos rallos de luz entraban por la ventana despertando a Ludoc.
Ludoc era un gnomo de unos quince centímetros, fornido, su pelo y densa barba estaban cubiertos de canas resaltando sus ojos verdes claro. Vestía con ropas de color marrón y un gorro corto terminado en pico color borgoña.
Se rascó la cara y salió de la casa improvisada que se había creado en una caja de herramientas. Usando un sistema de poleas podía abrir la tapa sin mucho esfuerzo y con su hacha consiguió abrir una pequeña ventana.
La caja estaba sobre una mesa de trabajo de una casa, desde esa altura podía vigilar la llegada de las ratas o de otros gnomos que quisieran robarle. Se enganchó su hacha al cinturón y bajó por una cuerda que tenía amarrada en una de las esquinas de la mesa.
Habían pasado ya diez años desde que había visto al ultimo ser humano. No quedaba nada de ellos a parte de los huesos que se descomponían por todo el mapa.
- Siempre se creyeron mejores que el resto del mundo. Les está bien empleado.
Se dirigió a la cocina de la casa en busca de alimentos. En uno de los armarios aun quedaba una rodaja de piña en lata, pero tras terminar esa ultima lata tendría que volver a irse en busca de un nuevo "hogar" y sobrevivir a los ataque de más hambrientos o de las ratas.
Recorrió el pasillo corriendo, la noche anterior había escuchado algunas ratas rechinar los dientes. Cada vez que escuchaba ese sonido su cuerpo se estremecía, sabía que significaba que habían encontrado comida.
Llegó a la encimera donde estaba la lata, lanzó un garfio improvisado con unos anzuelos de pesca y una cuerda trenzada con varios hilos para hacerla más resistente. Subió por la cuerda y llegó al trozo de piña que quedaba. Lo agarró con las manos y se lo comió vigilando las posibles entradas. Cuando terminó el trozo de piña se sacó la cantimplora que colgaba de la mochila y la llenó con el almíbar de la lata.
- Uno nunca sabe cuando puede necesitar un trago dulce.
Cuando estaba cerrando la cantimplora escucho un sonido que venía del armario que estaba encima de su cabeza. Buscó con la mirada lo que podía ser que lo produjera pero no encontró nada. A veces los muebles crujían no era la primera vez que le pasaba.
Pero entonces lo escuchó claramente el castañeteo de los dientes de una rata. Su cabeza asomaba sobre la estantería. Negra como la noche, pelos revueltos, ojos rojos como la sangre y una boca con grande dientes manchados castañeteando con fuerza.
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Un Pequeño Universo
AdventureTras la desaparición de la humanidad de la faz de la tierra solo quedan los gnomos y las ratas Sigue a Ludoc en su viaje