capítulo uno

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— No te va a reconocer. — Ricky besó la cabeza de su amigo con dulzura, tratando de tranquilizarle.

— Han pasado quince años, no son tantos. — Raoul se encogió de hombros y mordió su labio inferior.

— Es cierto que mucho no has crecido.

El comentario del mallorquín provocó que se llevase una colleja por parte del menor, sacándole una carcajada antes de empezar a llenarle a besos.

— No te piques, Raoulín.

El aludido no pudo evitar reír, aunque también negó con la cabeza para dejar claro que no estaba de acuerdo con aquel apodo.

Justo en aquel momento, la compañera de piso de ambos entró por la puerta.

— ¡Raoul! ¿Me llevas a clase? Porfi, porfi, porfi. — Alargó aquella última vocal antes de hacer un puchero, sabiendo que aquel era el punto débil de su amigo.

— Anda, enana, coge el casco. — Se deshizo del agarre de Ricky entre gruñidos y risas, pues este seguía mimándole, y cogió la cazadora antes de abrir la puerta principal.

— ¡Mucha suerte en el primer día, Raoul! ¡Y Nerea, agárrate bien a la moto! — Dejaron atrás a Ricky y a su complejo de protector que tanto les había ayudado a ambos al mudarse a la capital.

— Estás tenso. — Comentó la rubia abrazando a su amigo por el costado.

— Llevo los últimos cinco años de mi vida preparando esto, Nerea. No puede salir mal.

Y es que, justo cinco años atrás, Raoul había dado con un documento sobre su adopción que le había llevado a realizar una investigación más exhaustiva. Y se horrorizó con lo que encontró.

— ¿Cómo es Canarias en esta época del año? — Nerea cambió de tema sabiendo que hablar de su isla siempre tenía un efecto terapéutico en él.

— Es preciosa. No hay apenas turistas, por lo que puedes disfrutar del mar tranquilamente. Puedes dejar que la brisa te recorra mientras caminas por el paseo, sin tener que estar disculpándote a cada paso por chocarte con alguien. En esta época del año es cuando más me gusta.

— ¿Te gustaría volver? — Dejó caer aquella pregunta con miedo, pues nunca se había atrevido a formularla, y lo que recibió fue una pequeña mueca de dolor.

— Cuando todo esto acabe, volveré a por él. Solo espero poder encontrarle.

Ahí murió el tema, pues habían llegado frente al vehículo del rubio.

— Te desearía suerte, pero no la necesitas. — Comentó Nerea cuando el rubio la dejó frente a su universidad. — La suerte es para los mediocres. — Le guiñó un ojo y besó su mejilla antes de echar a correr hacia el edificio principal.

Y Raoul no pudo evitar sonreír, sabiéndose tremendamente afortunado de tenerla tanto a ella como a Ricky en su vida.






— Señor Vázquez, llevo cuarenta y cinco minutos esperando por esa lámina.

Raoul estaba trabajando como secretario de la jefa del departamento de marketing de la empresa, por lo que muchas de sus tareas consistían en imprimir bocetos, diseños y demás. Sin embargo, la máquina no estaba colaborando. Y es que aún no había conseguido hacerla funcionar.

— Lo lamento. Es que nunca había utilizado una impresora tan avanzada y me está siendo imposible entenderme con ella. — Se estaba esforzando mucho por causar una buena impresión, pues que lo despidiesen en su primer día no entraba dentro de sus planes. Pero algo le decía que no estaba yendo por el buen camino.

venganza; con v de vázquez | raoul + agoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora