Toribio, el semental

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                                                                            TORIBIO EL SEMENTAL


Érase un semental que preñaba hasta las propias moscas que revoloteaban muy cerca.

Don Gilberto tenía un toro reproductor, el mejor toro de la región. Y a su vez, representaba su único patrimonio. Los ganaderos locales descubrieron con el transcurrir de los días que este toro era el mejor reproductor de la zona.

Así que comenzaron a alquilarlo para cruzar sus vacas. Comprobando así que de ese cruce salían los mejores terneros.  El toro se convirtió en el único y principal fuente de ingresos de Gilberto.

Además, Toribio era un toro sumamente "rendidor" y rápido. No perdonaba a ninguna vaca que le pasara cerca. Por otro lado, nunca se cansaba de engendrar.

Un día, los ganaderos se reunieron y decidieron comprar el toro para de este modo no depender de Don Gilberto.

Un representante fue y le dijo:
- "Ponle precio a tu toro, que te lo vamos a comprar".
Gilberto que no deseaba perder su fuente de ingresos tan rápido, pidió una cifra absurda para que fuera rechazada.

Los ganaderos ni cortos ni perezosos fueron a quejarse con el alcalde. Pues el precio del animal era excesivo. Ante tal problema el alcalde se sensibiliza con el asunto en cuestión y decide comprar a Toribio con los fondos municipales, registrándolo como patrimonio municipal y poniéndolo al servicio de toda la comunidad.

El día de la inauguración de los servicios de Toribio, los ganaderos trajeron sus vacas para que el toro las preñara.

Le pusieron la primera vaca y nada de nada.

- "Debe ser la vaca". Dijo uno
- "Es muy flaca". Dijo otro.

Le trajeron una campeona lechera, hermosa de pelaje brioso y nada.

Luego le llevaron una Holandesa y nada. Toribio apenas atinó a olfatearla. Luego la dejo pasar.
Desfilaron todas las vacas del pueblo y nada.

Toribio parecía no inmutarse. Permanecía indiferente a todo.

El alcalde furioso llamó a Don Gilberto.  Le increpó y obligó a que solucione cualquier inconveniente por el que pudiera estar atravesando el famoso Toribio.

El alcalde ya se había gastado el dinero de los contribuyentes y no quería pensar que había sido envuelto en una gran estafa más.

Don Gilberto se acerca preocupadísimo a Toribio y le pide encarecidamente casi al borde del llanto que se  acerque.

Toribio muy solícito lo hace.

Entonces, Gilberto le dice a la oreja:
- "¿Qué haces hermano Toribio? es que ya no quieres trabajar". "¿Estas cansado?".
- "¿Es que acaso ya estas harto de tanta vaca?

Toribio lo miró largamente... Y desperezandose le responde:

-"pero... cómo quieres que trabaje si ahora soy funcionario público".

Y colorín colorado esta historia ha acabado.


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