Ojos bien abiertos

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Rita besaba con los ojos entreabiertos.

Para Hollywood eso podría ser una catástrofe capaz de romper la magia de una escena romántica.

A Rita, poco le importaba. Estaba convencida que una de las mejores vistas del mundo se encontraba en el instante justo en que dos pares de labios se tocaban.

No había besado siempre con los ojos entreabiertos; sus primeros besos habían estado llenos de vergüenza y timidez, lo cual, le imposibilitaba ver y verse a ella misma como protagonista de ese tipo de escenas.

No, Rita solo comenzó a besar con los ojos abiertos gracias a la lentitud de sus reflejos.

Recordaba que tenía alrededor de 20 años, era una noche de verano, y sus pies se refrescaban en el borde de una piscina. Estaba muy feliz.

Se trataba de una pequeña reunión de amigos, no más de diez; sin embargo Rita solo hablaba con una de esas personas: Eliette.

Eliette era una chica linda, inteligente y vivaz. Probablemente se había percatado que a Rita le gustaba y que sin embargo esta era muy tímida para tomar un primer paso. Por ello, en medio de una conversación casual, sobre vaya uno a saber qué tema, Eliette le robó un beso a Rita.

Rita no se lo esperaba, y sus reflejos lentos no la ayudaron a llevar a cabo el clásico cierre de ojos ante un beso. Por el contrario, la sorpresa la llevó a dejarlos abiertos, siendo allí, en ese mismo instante, dónde descubrió la verdadera magia de un beso.

Fue mientras sonreía ante la conversación de aquella noche, que descubrió el ímpetu de un beso.

Fue mientras una brisa suave, calurosa y húmeda acariciaba sus hombros, que vio cara a cara la necesidad de besar en los ojos de otra persona.

Fue mientras sus pies nadaban en el agua, que halló el método indiscutible para saber todo lo que siente la otra persona.

Fue con Eliette que descubrió lo que era besar y saber besar realmente, por más casto, suave e infantil que fuese ese beso. Desde entonces, siempre besó con los ojos entreabiertos.

Desde entonces y como lo iba a hacer ahora ante Samara.

Mientras Samara se acercaba al rostro de Rita ya con sus ojos cerrados, esta última se deleitó con los mínimos detalles que iban a completar realmente el recuerdo de este beso.

Por ejemplo, la sombra de ojos de Samara había perdido intensidad, ya no se trataba de tonalidades rosadas, ahora era un rosado agrietado por los finos pliegues del párpado.

También vio, debajo de las pestañas, como el delineador negro se había difuminado por la humedad de la noche y la inevitable transpiración de Amara. Transpiración casi imperceptible, de no ser por el detalle del delineador y de algunos cabellos húmedos sobre las cien de la joven; estos se enrulaban sutilmente y Rita se enamoró de ellos.

Bajó su mirada, intensa mirada, a los labios de Samara y los encontró irresistibles y tiernos. Observó como el discreto labial se mantenía solo en los límites de los labios; se percató de que estaban entreabiertos, secos y expectantes.

Samara se mordió los labios: ¿acaso Rita se estaba demorando demasiado en su detallado escudriñamiento?

Sin más demoras, Rita terminó por acortar la distancia entre ambas, sin cerrar los ojos, sin perderse la fuerza con la cual Samara apretó sus párpados, como deseando saborear más el momento.

Así, Rita supo que aquel era un beso verdadero, realmente sentido.

Así, Rita pudo completar y guardar aquel beso en su memoria, con todos los detalles, sin haberse perdido nada. Quizá, alguna mañana mientras iba a estudiar, recordaría aquel beso, con su cabeza recostada en la ventanilla, y sus ojos bien abiertos.

Ojos bien abiertos. (Terminado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora