Frío, me helaba los huesos y me castigaba con temblores, mis botas se hundían cada vez más en la nieve, era muy espesa. Pero continuaba corriendo, con dificultad, la respiración se me aceleraba y mi aliento se dejaba ver cada vez que exhalaba. El frío se coló por mis pulmones y parecía congelarme por dentro. No me detuve pero sí reduje lentamente la velocidad en la que se movían mis piernas.
No estaba muy segura del tiempo que había pasado desde que huí de esa repugnante casa, ni siquiera tuve tiempo de abrigarme lo suficiente, sólo pensaba en irme lejos muy muy lejos de allí.
No soportaba más vivir con ella peleando y discutiendo en cada segundo... se supone que las madres te empujan a seguir adelante, la mía no, me hacía sentir mal cada vez que se le presentaba la oportunidad, me reflejaba en la cara que era una inútil y que jamás llegaría a ningún lado. Pues sí que llegué, llegué a un bosque oscuro a causa de la sombra que los pinos cubiertos de nieve realizaban, con un camino que vaya a saber adónde conducía.
No quería regresar, aunque en todo caso si hubiese querido no podría haberlo hecho: no tardé en darme cuenta que estaba completamente perdida, apenas podía ver por dónde pisaba a causa de la niebla y el resto de mis lágrimas que aún yacían en mis ojos. La tristeza y el enojo dieron paso al miedo y a la incertidumbre nunca había venido por esta parte del bosque. Había árboles viejos y desgastados en sus troncos, aunque ningún animal en ellos. Mi conciencia parecía haberse despertado, me di cuenta finalmente de lo que ocurría: estaba sola, perdida en un bosque, donde cualquier cosa podría ocurrir. Me abracé para entrar en calor y maldecí entre dientes mientras continuaba caminando. Por más extraño que pareciera, el miedo se fue enterrando en el fondo de mi mente, sentía curiosidad y una sensación de paz perfecta. El cielo parecía irse oscureciendo y perdiendo sus colores.
Camine más y más, divisé una luz más allá del camino, podría ser una cabaña me apresuré en llegar. Pero grande fue mi sorpresa al ver que no se trataba de una casa ni mucho menos, era un grupo de pequeñas... ¿luciérnagas? creo que no, porque estos bichos desprenden una luz blanca de su cuerpo y la de las luciérnagas es verde...
Pronto, estas criaturas fueron amontonándose y formaron una silueta. No, no consumía drogas y no era un sueño, realmente estaba ocurriendo. Estaba tan impactada que no me atrevía siquiera a correr. Poco a poco apareció una persona frente a mí, cubierta por una capa negra como la noche (que, cabe destacar,ya había llegado)
-No pongas esa cara, no hay motivo para asustarse -fácil decirlo, tenía mis palpitaciones a mil por hora.
-¿Quién... se supone que eres? - dije, con mucha dificultad.
-No puedo decírtelo aún, pero quisiera que me acompañes a una caminata hasta que llegue la hora-.
-¿La hora de qué? ¿Por qué debería acompañarte? No te conozco...-
-Pero yo a ti sí, desde... siempre -tenía una voz tranquilizadora, no sabría decir si de hombre o mujer y tampoco podía comprobarlo ya que no podía ver su rostro.
De algún modo, sin embargo, confié en esa persona. Lo sé, estoy loca, pero ya la situación en sí era descabellada.
Comenzamos a caminar, al principio sin tema de conversación, estaba pensando en la hora que debía ser, probablemente mis padres estaban buscándome como locos y mañana debía presentar un trabajo para la universidad, si me pongo en marcha ahora quizás llegue a tiempo.
-¿Quieres regresar? -la voz de mi acompañante misterioso me sacó de mis pensamientos
-¿A dónde? -mire en su dirección, dubitativa
-A tu hogar, por supuesto-
Comencé a pensar, no tenía idea de que contestarle... luego recordé la última pelea con mi madre y respondí.
-No -al diablo el trabajo, ya no quería saber nada de mi vida hasta ahora.
-¿Segura?-
-Por el momento, sí-
Seguimos nuestro rumbo hasta llegar a un lago, estaba lógicamente congelado, casi tanto como mis manos descubiertas.
Se sentó frente al lago y señaló el sitio junto a él, obedecí me bajé a su lado. Me tendió un par de guantes que sacó del interior de su capa. Luego lanzó un suspiro e inició nuevamente una conversación.
-La luna está muy bella esta noche -miré el cielo estrellado y efectivamente, estaba llena- las noches de invierno siempre me han gustado.
-¿Vives cerca de aquí? -negó con la cabeza- ¿Estás de visita?
-Algo así... visito muchos lugares en el mundo, a cualquier hora del día, hoy, me tocó aquí- no parecía querer dar muchos detalles, así que no insistí más en el tema.
Tocó el hielo del agua con la punta de los dedos, y ésta pareció brillar. Me quedé sorprendida por su conexión con tanta... luz.
-¿Cómo haces esas cosas? -me miró, ¡cómo quisiera ver su rostro! me incomoda no poder mirarle a los ojos cuando hablo con él- hablo de aparecer de la nada, la luz de recién...
-Simples trucos que me enseñaron apenas fui creado... bueno, apenas "nací" -noté un poco de tristeza en su voz.
-¿Y te enseñaron también a deambular por la noche y hablar con desconocidos? -quise animar un poco el ambiente, y creo que lo conseguí, porque soltó una pequeña risita.
-Eso debería preguntártelo yo a ti-
El silencio volvió a reinar entre nosotros, tenía otra pregunta que me moría por hacer, pero veía a ese sujeto tan concentrado en el lago que no me atrevía a formularla.
-Si tienes algo que preguntar, simplemente hazlo -dijo, tranquilamente.
-¿También lees mentes? -reí.
-No, pero se podría notar desde Plutón que algo te incomoda -dudé un momento, todo me parecía muy extraño... Ni siquiera sabía su nombre, ni de dónde viene. Necesito saber con quién estoy tratando.
-Dijiste que me conocías desde siempre, ¿Cuándo sería eso?-
-Desde antes que nacieras, incluso-
-¿Entonces eres amigo de mis padres? -Comencé a inquietarme, ¿Y si era algún tipo de secuestrador?
-No-
-¿Los conoces?-
-Sí, pero ellos a mí aún no-
Me incorporé, asustada, en alerta. Lo cual era ridículo porque hasta ahora estaba muy relajadamente hablando con un acosador, quizá.
-No voy a hacerte daño, por favor, vuelve a tomar asiento-
Le hice caso, muy dubitativa... aunque, si realmente fuera un secuestrador, no se hubiera molestado en hablar y caminar conmigo ¿verdad? Entonces, ¿Quién era?
Tratando de ocultar mi nerviosismo, hice una pregunta, en forma de adivinanza.
-Si viajaste tanto, debes tener mucho dinero-
-No realmente, digamos que fue... cuestión de suerte, supongo -respondía, mientras jugaba con un palito que encontró entre la nieve.
-Esa capa está muy vieja, ¿No quisieras una nueva?
-No, tiene, como se dice ahora, "valor sentimental" -la agarró de los costados y se cubrió aún más con ella- aunque ha pasado mucho tiempo desde que me la dieron.
Eso me hizo pensar, ¿Cuántos años tendrá esta persona? Se lo pregunté
-Más de lo que te imaginas-
De pronto, me di cuenta que la noche ya no era tan oscura. No tenía mi celular ni mi reloj a mano, así que a cálculo podría decir que seguramente ya debían ser como las 8 a.m, ya que en invierno amanece "tarde".
-Está amaneciendo -comenté, entonces mi acompañante se incorporó- ¿A dónde vas?
-Debo atravesar el agua antes de que aparezca el sol -lo mire como si hubiese perdido la cordura, ya de por sí su comportamiento era extraño.
Colocó un pie en el lago congelado y caminó hasta casi la mitad de éste, luego se dio vuelta y se bajó un poco la capucha.
Lo vi, me sorprendió reconocerlo, muchos hablan de él pero pocos lo conocen o lo han visto, alagó que se dejara ver por mí. Me tendió la mano, invitándome a que la tomara y cruzara el lago con él.
-Llegó la hora... tu hora -me sonrío tranquilizadoramente y me incorporé. Caminé lentamente y con cuidado por el agua hasta quedar frente a él.
No lloré, no pataleé, sabía que no era su culpa, que él no lo definía, que él sólo estaba mandado a venir a buscarme.
Le sonreí dulcemente, tomé su mano huesuda y fría, pero cálida la vez. Juntos, terminamos de cruzar el lago tranquilamente, dejando atrás a mi cuerpo sin alma, congelado y a un resplandeciente sol de otra mañana de invierno.
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El bosque nevado
Short StoryUna universitaria sale de su hogar en medio de la noche por conflictos familiares, y se encuentra a una singular compañía en el camino nevado del bosque.