Confesiones

293 5 9
                                    

El reloj marcaba las dos. El futuro hokage se hallaba despierto. No podía dormir, pues el pensamiento de que debía confesar su secreto, no dejaba de asaltar su mente. Había decidido que hoy sería el día pero no tuvo el valor necesario para expresar lo que sentía. Él siempre se había definido como alguien valiente, pero en estos momentos se cuestionaba donde se encontraba esa valentía que tanto le caracterizaba. Se dio la vuelta y contemplo la espalda de su esposa, su pelo azabache. No soportaba engañarla así. La amaba. Su hijo, dormía plácidamente en su cuna, en la habitación contigua. Los labios de Naruto estaban secos, temblaban.

- Hinata... ¿estas despierta?

- Sí, no puedo dormir.

Ella se giró y miro los asustados ojos azules de su esposo. Ella ya sabía lo que él debía decirle, sabía que le rondaba la cabeza, lo conocía demasiado bien.

Naruto observo los labios de su mujer, eran suaves y tiernos. Su precioso rostro. La beso, mientras su mano recorría su mejilla, acariciándola.

Hinata secundo ese beso, mientras rodeaba a su marido con su brazo. Sus labios abrazaron a los de su esposo. Adoraba su sabor dulce.

Naruto abrió los ojos, clavándolos en la blanca mirada de su esposa. Le encantaba perderse en ellos. Vio su hermosa figura incorporándose, y pasando una pierna por encima de el para acabar sentada sobre su abdomen, justo encima del sello de kyubi.

Ella a su vez, no retiraba su mirada de la de su esposo. Observaba sus ojos medio cerrados, su boca entreabierta. Nunca había amado a nadie más que a él, ella le quería tal y como era, nada le importaba mientras estuviera a su lado. Sabía lo que le diría después, lo veía en su rostro. Se quitó el camisón si perder de vista su atento mirar. También sabía lo que ocurriría ahora.

Naruto dejo de pensar, la imagen de su esposa era todo lo que ocupaba ahora su mente. Sin embargo no podía apartar la vista de sus preciosos ojos blancos, le absorbían. La ropa interior estorbaba. Mientras retiraba la suya, vio a su esposa como hacía lo mismo, sus mentes estaban compenetradas, pronto sus cuerpos también lo estarían. Sus ambas manos fueros conducidas hasta los senos de su mujer, oyendo como ella soltaba un leve gemido.

Hinata, apoyada sobre sus piernas, se acercó a su marido, haciendo que se introdujese dentro de sí misma. Escucho un suspiro, y vio como los ojos de su cónyuge estaban cerrados. Acerco su boca a la suya y le beso mientras se movía hacia delante y hacia atrás. Primero lento, después más rápido. Los brazos de Naruto rodeaban su espalda firmemente mientras mantenía los ojos cerrados. Sus labios seguían conectados, mientras notaba como la lengua de su amado irrompia en su boca. Adoraba sus besos, eran dulces pero pasionales y agresivos. Ella sabía lo que le sobrevenía ahora. Noto como los músculos de su esposo se tensaban y sus brazos la agarraban con mas firmeza. Le miro a los ojos y vio que los tenia abiertos y ya no eran azules. Eran rojos.

Naruto no podía pensar, todas sus preocupaciones se desvanecieron. Su mente se descontrolo, se dejó llevar. Tomando a su esposa, se giró, dejándola a ella por debajo de él. Y la poseyó agresivamente. Escuchaba como ella hacia amagos de gemidos, así que con su mano vendada, tapo su boca. No podía pensar en nada, solo veía las mejillas rojas de su esposa, y sus ojos cerrados. Había perdido el control.

Hinata notaba la mano de su esposo sobre su boca cuando esa agresividad fue perdiendo intensidad. Lentamente, la mano que previamente impedía que los sonidos salieran de su boca, fue apartándose para colocándose en el pecho de su cónyuge. Ella sabía qué ocurriría a continuación. Pudo distinguir el sello del kage bunshin no jutsu y automáticamente aparecieron dos Narutos más en la habitación. El original tomó su pierna derecha, y mientras que una de las copias le tapaba la boca, la otra la fue rotando lentamente hacia el lado izquierdo, quedando ella de costado. Su esposo, nunca se separó de ella y retomo la fuerza original. La copia que quedaba a su espalda, tomo sus brazos, inmovilizándola mientras penetraba en otro lugar. A su vez, la copia que quedaba en frente de ella, sonreía y la miraba con sus ojos carmesí, y mientras con una mano sellaba sus labios, la otra se conducía hacia abajo. Ella se relajó y se dejó hacer. Sentía como una oleada de placer por todo su cuerpo, tanto, que quería que ese momento fuese eterno.

Lujuria en KonohaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora