Con mi madre siempre tuve la duda de "Mamá, ¿soy graciosa?", "¿Mamá, lo hago bien?" "¿Mamá, hago lo correcto?" Era siempre "mamá, mamá...". La primera vez que vomité lo recuerdo perfectamente. En el momento, no hubo ni temor ni arrepiento al introducir dos dedos a mi boca y vomitar todo lo que comí. Ni siquiera pensé en que hacía; ni siquiera pensé en todo el daño que me estaba haciendo. Ahora, cada vez que me miro al espejo me pregunto qué mierda le había hecho a mi cuerpo. ¿Me gustaría salir de todo esto? La respuesta es tan simple y tan obvia que cualquiera la podría adivinar; no. No, no me gustaría, me encantaría. Me encantaría poder comer una cucharada de comida sin sentirme culpable y sin sentir como la grasa se acumula alrededor de mis caderas. Me encantaría ser una chica normal, sin preocupaciones, feliz. El desayuno, almuerzo y once ya es un ritual saltármelos, y es tan jodidamente triste que la belleza cueste realmente lágrimas y noches de hambruna e insomnio. Sufro, pero solo cuando estoy sola, lloro, pero al hacerlo más me hundo. Pasé desapercibida por meses, pero de todas maneras es difícil ir al baño tantas veces. Aún no puedo creer que yo quería llegar a este punto.
Lo peor es guardar el secreto, y esas constantes miradas de lo que puedan pensar los demás. Creo que mi mayor miedo fue que lo descubrieran, no por el hecho de que me fueran a internar, sino porque no quería que se dieran cuenta de que era mucho más imperfecta de lo que ellos creían. Los primeros meses, en los que tus clavículas se comienzan a notar, ver como no haber comido ese trozo de chocolate sirvió para algo, te hacen sentir orgullosa y te motivan aún más a seguir. Pero nadie sabe el cómo duele aguantar días sin comer, días sin desayunar, días viviendo de agua, té y tabaco, y ni siquiera sentir como tu estómago comienza a ponerse más plano. Y te deprimes, y te destruyes. Estás enferma y lo sabes, pero no puedes contárselo a nadie, porque a fin y al cabo es un secreto, una promesa, y las promesas no se rompen por mucho que duelan guardarlas. Tu mente te gana, y continúas deseando bajar, aunque ya estés en 40 kilos, y tu peso normal es de 50, no será nunca suficiente, nunca estarás a gusto. Y encima creen que es bonito, pero jode, y te arruina la existencia.
Piensa antes en ti que en los demás, aprende a decir un "QUE TE JODAN" y un "QUE TE JODAN" bien grande, antes de un "voy a cambiar" antes de un "voy a adelgazar."
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hielo & s a l.
PoetryLa mayoría son estupideces que pasan por mi mente. Bienvenidos a mi basurero.