-¿Estas listo Reizō? ¿Seguro que no quieres que te preste una de mis pistolas? Ya deberías saber lo que dicen sobre no traer espadas a una pelea de pistolas. -El hombre con traje estaba en un extremo de la habitación, con una sonrisa en su rostro y entre cerrando sus ojos al observar al hombre en el otro extremo. Su mano derecha se encontraba en su espalda, sujetando el mango de la pistola que se encontraba en su cintura. Podía sentir el frio del metal, por instinto sujetaba con más fuerza la pistola, para que el sudor de sus manos no hiciera que se resbalara.
-Ya conoces mi respuesta Kenki. Empecemos para dar este asunto por terminado. -El hombre al otro lado de la habitación llevaba en contraste un kimono negro, a diferencia del traje formal del otro. Sus ojos se encontraban cerrados, en mano izquierda sujetaba el mango de su espada, que se encontraba en ese mismo costado. Había un tono calmado en su voz.
-Como gustes entonces. ¡Ahora! -Con un grito, Kenki sacó su pistola y apunto a su adversario. Su brazo izquierdo sostenía al derecho para mejorar su puntería. Al escuchar el grito, Reizō abrió de par en par sus ojos. Con su mano izquierda impulsó su katana fuera de su funda, tomándola con la derecha para luego sujetarla con ambas manos. En menos de un segundo saltó hacia la derecha y luego hacia la izquierda, directo hacia su oponente.
Kenki empezó a disparar al instante, pero cada vez que jalaba el gatillo parecía que la bala iba al lugar donde Reizō había estado, siempre evitándolo. Este sin embargo, podía sentir como ya tres balas le habían penetrado. Ignorando el dolor, siguió hacia adelante sin detenerse. Antes de darse cuenta, Kenki había vaciado el clip. Para entonces, Reizō ya se encontraba a su costado, con un rápido y preciso movimiento llevo la punta de su espada hacia el brazo de su oponente, cortando su mano en menos de un segundo. Con su cuerpo, empujo a Kenki para caer al suelo encima de él.
-¿Contento? -Preguntó Kenki, su voz entre cortada denotaba dolor. Su mano izquierda sostenía una pistola de cañón corto que había logrado sacar de su saco al caer. Esta estaba dirigida a la cabeza de Reizō, que estaba arriba de él, con su katana dirigida al cuello de su adversario.- Podría haber sido simple, pero tenían que complicarlo todo con tus tradiciones. ¿Ya te rindes?
-Si llegas a disparar, perderá la fuerza que es lo único que detiene a que te corte el cuello. ¿Estás seguro que soy yo el que debe rendirse?
-¡Che! Si llevarte al infierno me cuesta la vida, estoy seguro que lo haría. Si no disparo es porque no es seguro que mueras. ¿Qué es lo que quieres?
-Que nos cedan el puerto por un año, comenzando desde el primer día del mes que viene.
-¡¿Bromeas?! ¡Deberías saber lo que nos costó conseguir el puerto y los contratos para mantenerlo! Es imposible que lo hagamos.
-No esperamos que sea gratis. Planeamos pagar un alquiler mensual que sea igual a las ganancias que les da el puerto. Aparte les permitiríamos usar dos de nuestras zonas con mayor ingreso, incluyendo los negocios dentro de ellas.
-Aun así, el puerto por un año...
-Míralo de esta forma -dejando solo una mano en el mango de la espada, Reizō llevo la otra para apartar la pistola de su cabeza.- Si todo sale bien, es una prueba suficiente para que las relaciones de nuestras familias vuelvan a su estado habitual. ¿Te parece?
-Mándame a alguien para que lea el contrato -suspiro Kenki, mientras Reizō se levantaba y guardaba su espada.
-Ya hemos mandado el contrato a tu casa. Apúrate y ve donde Kenzo, con un corte tanto fino es más que capaz de conectarte la mano. -Caminando hacia la puerta, se detuvo un momento mientras Kenki recogía su mano.- Escuche que Hiroko dio a luz a una hermosa niña hace poco, felicítala de mi parte.
Reizō continúo caminando hasta salir del edificio donde se encontraban. Afuera, el sereno de la noche penetraba sus heridas. Comenzó a cojear pues una de las balas había atravesado su muslo. Después de dar unos cuantos pasos, encontró un auto negro brillante, al cual entro hacia el asiento de atrás.
-¿Se encuentra bien señor? -Preguntó el conductor.
-Nada más unos rasguños, llévame al médico familiar.
-De inmediato. -El auto arranco y empezó a andar de apoco.- Debe de estar muy feliz.
-¿Huh?
-Ah, perdone que lo moleste señor, es que nunca antes le había visto sonreír de esa forma
-Digamos que me encontré con un viejo amigo
El carro negro continúo su travesía por las calles, atravesando la noche en aquella jungla de edificios. Donde las luces de los carros se mezclaban con las de los anuncios y lo habían brillar todo. Las personas formaban mares que iban de un lugar a otro, cada uno con un estilo diferente, todos en su propio mundo ignorando a los demás. El carro entonces se perdía en esa multitud de estrellas y sombras, llamada Tokio.
YOU ARE READING
Dead End In Tokyo
ActionKaito se encuentra sin nadie quien lo apoye. Guiado por su mal temperamento, se termina metiendo en problemas mayores. ¿Será solo su fuerza de voluntad suficiente para sobrevivir o se haya en un callejón sin salida?