Relatos cortos

El Árbol Muerto

Hace un año y un mes que mi esposo murió en esta fría casa, hace un año y un mes que yo hago el arado sola y hace un año y un mes que yo cuido a mis dos pequeños hijos.

La primera noche, estaba allí, me miraba con sus ojos café desde aquel árbol muerto como mi alma por la pérdida de mi marido, un cuervo, un sucio, negro y feo cuervo me observaba desde esa noche, esa noche fría, oscura y atragantada en lágrimas de mis pequeños, era triste, porque vieron en carne viva como el dolor e ira de su madre la comía y la empujaba a apuñalar, una, dos hasta treinta veces a su marido con una daga, era triste, porque la tuvieron que ayudar a cortar y esconder a su padre dentro del pozo del cual sacaban agua para lavar, beber y comer, era triste, porque no solo no podían usar el agua del pozo, si no que, días después de esa noche, contrajeron una enfermedad tan cruel que los quería llevar a su muerte.

Mis hijos murieron, no por esa sucia enfermedad si no, por mis manos, con un hacha su madre los asesinó, con gran fuerza, les introdujo esa hacha a ambos en la cabeza, en defensa de la madre, los pequeños no dejaban de gimotear y sollozar. Desde que tiré sus pequeños cuerpos en ese pozo, llegaron 3 cuervos más.

Hace tres años maté a mi marido y hace dos a mis pequeños. Desde entonces cada mes que pasa, llega un cuervo más, en ese árbol muerto ya hay más de 20 cuervos, sus ojos me observan y me juzgan, me maltratan con su vista y me alteran con sus chillidos, pero ¿yo que puedo hacer? Ya intenté de todo... me culpan por algo, algo malo que hice, se que hice algo mal, pero no me merezco nada de esto, tampoco me arrepiento, hice lo que tenía que hacer y eso no está mal.

En 1768 unos cuervos se comieron viva a la mujer de la casa grande.