Capítulo uno

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Todas las personas que conozcas están peleando una batalla de la que no sabes nada. Sé amable siempre

Hillary envolvió con delicadeza sus dedos alrededor de la nueva bufanda que sus abuelos le habían mandado desde Miami, por su cumpleaños número dieciocho. El material de la acogedora prenda de lana sorprendente era muy suave y cálida, brindándole ese calor familiar que tanto extrañaba y añoraba poseer de vuelta. Sin hacer esperar demasiado a la ansiedad que crecía en su interior por probar su regalo, después de admirar por algunos segundos más su nueva pieza para vestir seguidamente la envolvió en su cuello generando que una pequeña sonrisa se figurara en sus labios, recordando mentalmente que debía agradecerle a sus abuelos por el obsequio.

Sin dejar que su sonrisa se borrara en ningún momento, tomó entre sus pálidos dedos la carta que habia venido junto a la bufanda y el libro: A dos metros de ti, para después disponerse a leerla en voz baja mientras trataba de buscar comodidad sobre el puff color rosa que formaba parte de la decoración de su habitación.

Ni bien llegó a leer los primeros tres párrafos de la carta escrita por sus abuelos, cuando de pronto, desde el piso inferior de su hogar, se empezaron a escuchar gritos provenientes de sus padres; como cada una de sus discusiones por las posibles infidelidades que podrían estar aconteciendo en la relación, sin excepción de ninguna, entre ellos se decían montones de insultos dolorosos. Justo por esos detalles, Hillary agradecía internamente que su tía haya decidido sumar a su día de campo familiar a su pequeño ángel de nombre Mónica, no le gustaría saber que su hermana menor escuchaba una vez más todas las cosas inapropiadas que se dicen sus progenitores buscando ver cual sale más herido de aquella batalla verbal que tenían.

A pesar de ya haberse vuelto costumbre dichosas peleas desde los últimos años, la azabache odiaba escucharlas y más por el hecho de que su hermana de tan solo diez años, se atormentaba a diario desde su habitación auto culpándose por algo de lo que ni siquiera es responsable. Aquello era algo injusto para la menor de los Pettersen.

Si había una cosa que aún no entendía completamente fue cuando su vida dio un giro total de noventa grados. Hace tan solo unos años vivía su vida en completa felicidad, rodeada con cariño y calor familiar. Hace tan solo unos años era simplemente una niña que deseaba poder cumplir todos sus sueños en el futuro, pero ahora sus pensamientos suicidas iban en aumento, al igual que sus ya erróneos atentados, vivía lamentándose cada noche el porque tuvo que elegir haberse enamorado de una chica, si tan solo no hubiese cometido ese "error" las cosas no serían de esa forma.

Quizás si eso jamás hubiese pasado, todo seguiría igual y su hermana no tendría que sufrir ni tener preocupaciones a tan corta edad, solo la de estudiar para mantener buenas notas y así Santa Claus le trajera en navidad aquella barbie doctora que tanto desea desde que la vio en las publicidades de la televisión.

— ¡Ella simplemente es mi jefa!. —fue lo último que logró escuchar de su padre porque después de eso un silencio sepulcral invadió cada pasillo de la casa. A los pocos segundos se escuchó como la puerta principal era azotada con fuerza por lo que la oji-miel supuso que Francisco se había marchado, cosa que suele hacer cada vez que discute con su esposa.

Dejando la carta de su abuela sobre una pequeña mesa de decoración, se quedó unos minutos mirando fijamente la pared marfil de su habitación en completo silencio, y se mantuvo en la misma posición por escasos segundos mientras jugueteaba con las pulseras coloridas que adordaban su muñeca derecha. Al instante que reaccionó, tomó el abrigo que estaba sobre su cama junto con su billetera que reposaba sobre la mesita de noche y seguidamente salió rápidamente de su habitación para después bajar las escaleras con la misma velocidad.

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⏰ Última actualización: Feb 24 ⏰

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